Regreso a Sûr para comprobar la barbarie

La magnitud de la  barbarie cometida en el distrito de Sûr en Diyarbakir se ha podido comprobar a raíz del levantamiento del toque de queda. Un gran número de vecinos de este barrio histórico se precipitaban para observar lo que quedó de sus viviendas, mientras eran “acogidos” por barricadas levantadas por la policía turca.

Los residentes del corazón histórico de Diyarbakir, no tuvieron más remedio que subirse en las murallas para comprobar lo que había quedado de sus casas: la mayoría de ellas ya no existen.

El corresponsal de la agencia de prensa ANF pudo compartir con ellos la emoción y la indignación contra el gobierno que los oprime. Ellos dejaron claro que nunca abandonarán sus hogares, que incluso podrán montar un campamento si fuera necesario en los solares desiertos pero que de ninguna manera venderán sus propiedades.

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Una vez levantado el toque de queda, 173 días después de la brutal represión, los vecinos de Sûr han podido comprobar las consecuencias de la barbarie. Los comerciantes se encuentran con sus tiendas totalmente acribilladas a tiros, la mayoría de los edificios se encuentran semiderruidos, los signos de la crueldad son patentes en cada calle y cada esquina. El olor a muerte impregna cada paso del distrito Sûr. En el barrio histórico no se han salvado ni los edificios históricos y emblemáticos como la Mezquita de los Cuatro Pilares, la de Kursunlu o la Iglesia Caldea. Ahora de los restos de estos monumentos cuelgan banderas turcas.

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Aslan Ayriç, padre de 7 hijos era uno de los vecinos que observaba lo que había sido su casa. Se resistió durante días a abandonar su domicilio y ahora mostraba una casa de color rojo que aún permanecía en el barrio de Fatihpacha, el cual había sido arrasado. “Solíamos vivir en paz con nuestros vecinos, mi padre vivía justo al lado pero tal y como puede ver su casa y la de nuestros vecinos ya no existen. Todo ha sido destruido con tanques y artillería pesada”. Después de verse obligado a abandonar su casa tuvo que alquilar otra vivienda en otro barrio y si bien comentó que el Estado turco había prometido una ayuda para el alquiler, ésta se interrumpió una vez que fuera llamado por la Oficina de Empleo para encontrar un trabajo. Ayriç  comentó que el Estado no tenía derecho de confiscar las propiedades de la gente y que nunca aceptaría el decreto de expropiación. Residente en Sûr desde hace más de 30 años, Ayriç prosiguió diciendo lo siguiente: “Nos obligaron a abandonar nuestras casas sin poder llevarnos nuestras pertenencias, ahora quieren apoderarse de ellas, de nuestro barrio, de nuestras vidas. Personalmente no lo voy a aceptar y si hace falta plantaré una tienda pero no venderé mi casa, no abandonaré mi barrio”.

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La señora Besna Kumru, de 60 años, no pudo evitar las lágrimas al ver lo que había ocurrido con su casa ya que en su lugar habían edificado otra. La casa fue destruida por la artillería y los tanques. Kumru declaró que tuvo que abandonar su casa después de 20 años en el barrio de Fatih, sus pertenencias aún permanecían dentro cuando tuvo que huir. “Hasta había comprado un frigorífico nuevo, aún lo estoy pagando a plazos, tuve que abandonarlo todo y ahora no tengo dónde ir”.

Las viviendas fueron destruidas y saqueadas. Una de ellas pertenecía a Gülay, casada desde hace 1 año. “Poco después de casarme empezó la guerra. Tuve que abandonar la casa dónde vivía con mi marido, incluso antes de estrenar nuestro dormitorio”.  Gülay comentó que nunca perdonaría al Estado turco y formuló la pregunta siguiente: “¿Qué pecado hemos cometido?”, agregando que no iba a aceptar la expropiación urgente y que no iba a vender la casa, concluyendo lo siguiente: “Ojalá Allah pueda vengarme”.

Los pobres sufren más

Necmettin Aslan, padre de 3 hijos, dijo que la puerta de su casa había sido arrancada y que todas sus pertenencias (frigorífico, televisor, ordenador y electrodomésticos) habían sido robadas. Aslan comentó que nadie en Sûr se había librado de la barbarie y que mucha gente ahora no tenía siquiera un techo para cobijarse, mientras enseñaba los libros escolares de sus hijos esparcidos por el suelo, exclamando lo siguiente: “Qué vergüenza” ¡Tanto ensañamiento es increíble! Puedo entender que se lleven los electrodomésticos, ¿pero qué van a hacer con los libros escolares de los niños?”. Prosiguió diciendo que nunca se doblegaría y que seguiría defendiendo sus derechos.

Firat, otro vecino, se trasladó a Sûr después de que las fuerzas represivas quemasen su pueblo en Lice en 1993. Yendo de casa en casa con sus 4 hijos, Firat comentó que aún no había podido encontrar los restos de su vivienda. “Quemaron nuestro pueblo en la década de los 90 y ahora han destruido nuestra casa. La mayoría de las personas se trasladaron a Sûr porque sus poblaciones fueron destruidas. ¿Qué es lo que ha cambiado entonces? Los pobres siempre sufrimos más”. Firat terminó diciendo que nunca abandonaría Sûr por lo que fuese y que si bien no existía ni justicia ni humanidad seguiría luchando por sus derechos.

Publicado por ANF y traducido por Newrozeke