¿Qué ha pasado en Afrin? Hoja de ruta para quien se pierde en las encrucijadas de Oriente Medio

Afrin se ha convertido en el escenario del último episodio de la sangrienta guerra en Siria. Tras dos meses de intensa resistencia contra las fuerzas invasoras, las SDF (Fuerzas Democráticas de Siria, milicia popular multiétnica liderada por las YPG/YPJ kurdas) se han retirado de la ciudad que da nombre al cantón de Afrin, asegurando un vía de salida para la evacuación de sus habitantes. Este movimiento estratégico responde a la voluntad de proteger a los cientos de miles de civiles que habitaban la ciudad, entre ellos numerosos refugiados de toda Siria. Afrin había sido hasta ahora un oasis de paz y estabilidad dentro de la turbulenta Siria, convirtiéndose en el nuevo hogar de más de 300.000 desplazados por la guerra, pero ahora los intensos bombardeos de la artillería y la aviación turcas han obligado a más de un millón de personas a abandonar sus hogares.

La invasión de Turquía en Afrin empezó oficialmente dos meses atrás, el día 20 de enero, bajo el nombre “Operación Rama de Olivo”. Desde entonces, la alianza criminal entre el fascismo chovinista del ejército turco y el fanatismo religioso de las milicias yihadistas, han logrado avanzar incesantemente, camuflando sus banderas de Al Nusra/Al Qaeda y de ISIS bajo la bandera del FSA (Ejercito Libre de Siria, nombre que ha servido para abrigar cualquier grupo armado que no se alineara con el Ejercito Árabe Sirio, leal a Bashar Al Assad). Los avances de estos grupos fanáticos se sustentan en gran medida gracias a la superioridad armamentística, proporcionada por el ejército turco y producida bajo el auspicio de la OTAN.

Además del gran arsenal de vehículos blindados, como los panzer alemanes y otros tanques de producción nacional turca, el dominio del cielo ha sido un factor decisivo. Aviones, helicópteros y drones de última generación han sido usados para bombardear cada rincón de las zonas montañosas donde las fuerzas de autodefensa, junto a población civil que se ha sumado a la resistencia popular, han intentado repeler la invasión. La resistencia ha sido heroica, y la conquista de la ciudad de Afrin, que Erdogan anunciaba que tardaría 72 horas, se ha demorado dos meses. Pero la abrumadora superioridad numérica y tecnológica, aparte de causar enormes bajas civiles, ha obligado a la población superviviente a abandonar sus tierras y buscar refugio en otro sitio.

Las milicias yihadistas que han servido de avanzadilla a los soldados turcos tienen sus orígenes en lo que fue Al Qaeda (o Al Nusra, como se llamaba su rama en Siria), y muchas se reagruparon en 2014 bajo la bandera negra del Estado Islámico. No es extraño que combatan ahora bajo la bandera turca, pues sus objetivos concuerdan a la perfección con las ansias neo-otomanas de Recep Tayyip Erdogan. La conexión entre estos grupos salafistas y el gobierno de Ankara ha sido evidente en todo momento, proporcionando éste el apoyo logístico desde el inicio de la expansión del califato, como los visados turcos expedidos a yihadistas de todo el mundo. También la creación de vías comerciales para vender a Europa el petróleo que ISIS extraía en Irak y Siria ha sido un elemento clave, generando una gran fuente de riqueza tanto para el Daesh como para las arcas turcas.

En estos dos meses de resistencia en Afrin, los invasores han inundado las redes sociales con torturas y asesinatos de civiles que capturaban al grito de “Allahu akbar”. El enemigo que las fuerzas de Rojava derrotaron hace tres años en Kobane, deteniendo la expansión del califato islámico, y hace unos meses también en Raqqa, poniendo fin a la capital del terror, ha vuelto ahora de la mano de uno de los más poderosos ejércitos de la OTAN: Turquía. La vinculación de Erdogan con las redes de los llamados Hermanos Musulmanes no son nuevas, y en los inicios de su carrera política, antes de ser encarcelado por suponer una amenaza contra el secularismo en Turquía, hacía declaraciones como “la democracia es como un tren, cuando llegas a tu destino te bajas”.

Ante este escenario, tratar de resistir en la asediada ciudad de Afrin habría supuesto la muerte de cientos de miles de inocentes, así como la destrucción de la ciudad bajo los bombardeos de la aviación turca. Esto ha llevado a la auto-administración democrática de Afrin a evacuar a los civiles, declarando el inicio de una nueva etapa en la resistencia. A diferencia de los otros cantones de la Federación Democrática de Siria, que son en su mayoría llanos, Afrin cuenta con amplios territorios montañosos. Si añadimos esto a las tropas todavía apostadas en las zonas rurales, parece previsible que la nueva etapa de resistencia que declaran se refiere a una resistencia en forma de guerrillas, estrategia en la que las fuerzas kurdas acumulan décadas de experiencia.

Así es como, entrando en el octavo año de guerra en Siria, parece claro que ésta sigue lejos de acabar. El reparto de fuerzas internacionales en Siria se mantiene en un tenso y peligroso equilibrio, con Rusia e Irán apoyando el gobierno de Bashar Al Assad, y con Estados Unidos dando la espalda a quienes han derrotado al Daesh en su capital de Raqqa, para volver a los brazos de Turquía, aliado histórico de la OTAN en Oriente Medio. Si de algo podemos tener certeza ante esta situación es que el conflicto seguirá llenando los bolsillos de las corporaciones productoras de armamento y sirviendo de campo de pruebas para los ejércitos y compañías de tecnología militar.

Por debajo de la capa de geopolítica de altas esferas, los conflictos regionales de Oriente Medio también afilan cuchillos. El conflicto entre Irán y Turquía, a pesar de ponerse ambos de acuerdo a la hora de masacrar a los kurdos, se entremezcla con los fanatismos religiosos en que ambos estados autoritarios se sustentan. El conflicto entre sunitas y chiitas se convierte así en el caldo de cultivo para seguir alimentando las filas de los fascismos teocráticos, siendo las minorías étnicas y religiosas las victimas más vulnerables.

Tras más de un siglo de la implementación del modelo de Estado-nación en Oriente Medio, llegado de la mano de las potencias occidentales tras la desmembración del Imperio Otomano, está claro que este modelo no ha hecho más que agravar los conflictos y guerras. Además de la posición geoestratégica clave de la región, encrucijada de tres continentes y con control de importantes rutas de comercio marítimo, la abundancia de combustibles fósiles convierten esta región en un territorio muy codiciado para las potencias globales. La injerencia internacional y la insistencia en desestabilizar a los poderes locales capaces de desafiar los intereses de las fuerzas imperialistas, está asegurada. La guerra seguirá siendo parte del día a día en Siria, las bombas seguirán cayendo y la gente seguirá muriendo.

La gente de Afrin ha sido a día de hoy la última en pagar el precio de la guerra, una guerra que permite al llamado “primer mundo” seguir gozando de sus lujos y privilegios. El comercio de armas y combustibles fósiles seguirá su curso habitual, y tras mencionar la última crisis humanitaria de Afrin, la Unión Europea entregará tres billones de euros a Turquía en un paquete de ayudas a refugiados. Estados Unidos seguirá dando tumbos en Oriente Medio, buscando mantener su hegemonía militar global mientras Trump sigue soltando estupideces mediáticas en Twitter. Rusia seguirá consolidando su influencia y reaccionando ante las acciones de la OTAN, con Putin reafirmado en su sillón tras una nueva y anunciada victoria electoral. China seguirá extendiendo silenciosamente su nueva ruta de la seda, vigilando de cerca los uighures que se unieron al califato islámico en Siria. Y la revolución de Rojava seguirá su curso, luchando por un mundo mejor con las mujeres en primera fila, tratando de rehacerse tras el duro golpe del fascismo turco asestado contra Afrin.

FUENTE: Rok Brossa / Comuna Internacionalista de Rojava / Rojava Azadi