¿Por qué está Turquía resucitando a un sultán otomano?

En Turquía ha habido un inconfundible resurgimiento de la imagen del Sultán Abdulhamid II. El poderoso monarca Otomano, que gobernó el imperio por su propia cuenta desde 1876 hasta 1909, es elogiado con una riada de artículos en la prensa progubernamental, interminables mensajes en los medios de comunicación y en diferentes conferencias y paneles. El presidente del Parlamento turco, Ismail Kahraman, un confidente del presidente Recep Tayyip Erdogan, incluso presentó un “Simposio Internacional del Sultán Abdulhamid II y Su Era”, en el Palacio Dolmabahce en Estambul, una reliquia del Imperio Otomano. “El gran sultán”, dijo Kahraman, “es una brújula de marinero que indica e ilumina nuestro futuro.”

Por un lado, no debe ser una gran sorpresa el amor hacia el Sultán Abdulhamid II por la nueva élite dominante de Turquía, los conservadores religiosos. Como el último gran sultán otomano, tal y como ha sido apodado, Abdulhamid II ha sido un icono cultural durante décadas dentro de los círculos islámicos de Turquía. Escritores islámicos populares como Necip Fazil Kisakurek le alabaron como “el sultán glorificado”, por ser un musulmán devoto, un califa merecedor de su nombre y el defensor de los musulmanes. Se convirtió en una leyenda como Abdulhamid II cuando se negó a vender las tierras palestinas al emergente movimiento sionista a pesar de la bancarrota económica de su estado. El gran sultán, de hecho, ha sido la alternativa de la Turquía Islámica a Ataturk como fuente de inspiración histórica.

Sin embargo, la nueva ola pro-Abdulhamid tiene una línea adicional, la cual, en realidad, parece ser su punto principal: Abdulhamid II fue un gobernador autoritario, con una fuerte oposición por parte de los intelectuales otomanos de su tiempo. Su carrera, en realidad, empezó con la proclamación de la primera Constitución Otomana y la congregación del primer Parlamento otomano electo en 1876. Sin embargo, en menos de dos años, en medio de una desastrosa guerra con Rusia, Abdulhamid II suspendió la Constitución y cerró el Parlamento durante las tres décadas siguientes. Los liberales otomanos e incluso algunas figuras islámicas, quienes veían el gobierno constitucional como la única forma de salvar el imperio, se volvieron contra el autoritarismo de Abdulhamid, únicamente para ser silenciados o exiliados.

El legado autoritario de Abdulhamid II parece ser uno de los temas clave subrayados por los simpatizantes de Erdogan. Erdogan, dicen, también es autoritario, pero por ciertas razones: Turquía está afrontando amenazas letales, y un líder fuerte debe guiar la nación sin importarle lo que sus críticos liberales o extranjeros dicen.

La analogía histórica fue resaltada por primera vez por el propio Erdogan. “Este periódico llamó una vez al Sultán Otomano Abdulhamid  un ‘monarca absoluto’”, dijo durante un mítin público en mayo de 2015, condenando al New York Times tras un artículo crítico del periódico.

El historiador Ebubekir Sofouglu pronto expandió el argumento en un artículo muy publicado en el que comparaba a Erdogan y Abdulhamid II, advirtiendo que la caída de éste último fue, también, la caída del Imperio Otomano. Los oponentes más ingenuos del gran sultán creyeron que “libertad, igualdad y fraternidad” salvarían el Imperio, argumentó el historiador, pero estas ideas extranjeras inducidas sólo aceleraron la caída. Los críticos liberales de Erdogan, dijo, están sirviendo similarmente a los enemigos de Turquía.

Más recientemente, Derin Tarih (Historia Profunda), una revista mensual con una clara línea pro-gubernamental, potenció aún más el argumento con una noticia de portada que incluía imágenes de Abdulhamid II y Erdogan uno al lado del otro. Titulado “La resistencia de Abdulhamid, la resurrección de la Nueva Turquía”, la historia argumenta que Erdogan estaba simplemente recogiendo el papel histórico de Abdulhamid II, sólo para hacer frente a los mismos desafíos. “Su estrategia de política exterior, los servicios de salud y educación, su lucha con los poderes extranjeros y  las conspiraciones planeadas contra ellos” eran supuestamente todas similares.

Obviamente todas estas narraciones emocionan a la base pro-Erdogan en Turquía, como uno puede fácilmente ver en los incontables posts en los medios de comunicación que alaban a Abdulhamid II conjuntamente con “el jefe”, término que los partidarios usan para Erdogan. En un análisis formal, sin embargo, parecen erróneas y mediocres.

En primer lugar, Abdulhamid II era el gobernante de un imperio derruido, mientras que Turquía es una estable nación-estado cuyas fronteras -con la excepción de la insurgencia kurda – son seguras. Son contextos muy diferentes. Además, la sociedad que Abdulhamid II gobernaba era en gran medida una sociedad campesina, y los intelectuales críticos eran una fuerza pequeña.

La Turquía de hoy en día, sin embargo, es urbanizada, moderna y compleja. La oposición a Erdogan, por lo tanto, no está limitada a un pequeño círculo de intelectuales sino a amplias masas de diferentes creencias y estilos de vida. Importar las antiquísimas técnicas de Abdulhamid II –tales como el espionaje y la censura– no conllevarán el mismo “éxito”.

Además, Abdulhamid II no era, en realidad, el ídolo anti-occidental que la retórica islámica de hoy en día en Turquía representa románticamente. Si el Imperio Otomano tenía un archienemigo real durante la época del sultán –e incluso antes y después de él– ése era Rusia. Con respecto a los poderes occidentales, Abdulhamid II siguió siempre una política pragmática, centrándose en construir alianzas con Gran Bretaña e, incluso, con los Estados Unidos –como una vez expliqué en un artículo sobre este “califato pro-americano.”

Abdulhamid II, además, tenía gustos occidentales tales como el piano y la ópera. Esto, de hecho, supone una gran sorpresa para algunos islamistas turcos de hoy, como destacó un columnista en el diario pro-Erdogan, Star. En el simposio sobre Abdulhamid II presentado por el presidente del Parlamento turco –el columnista escribió– un sabio explicó que Abdulhamid II amaba la música occidental. A cambio, algunos jóvenes religiosos objetaron, diciendo “pero nosotros le conocíamos como un religioso”.

Esto no sólo indica que hay una definición muy parroquial y cerrada de la “religiosidad” entre las “juventudes religiosas” de Turquía. También indica que la historia es más compleja que las imaginaciones ideológicas de hoy en día. Si el dominante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) es realmente un partido “conservador” como declara, debería honrar a la historia descubriéndola, más que sacrificándola a las actuales necesidades políticas.

FUENTE: Mustafa Akyol /Al-Monitor/Traducido por Rojava Azadî Madrid