Pasos hacia la libertad: la revolución de las mujeres kurdas en el norte y este de Siria

Imagen: Combatientes de las YPJ celebrando la liberación de Raqqa / Sara A. de Ceano-Vivas Núñez

La revolución de Rojava (Kurdistán Oeste) se hizo famosa por la defensa que las combatientes de las YPJ (Unidades de Protección de la Mujer) hicieron en la ciudad de Kobanê, en 2015. En todos los medios de comunicación, mujeres jóvenes, de largas trenzas, luchaban frente a frente, kalashnikov en mano, contra el terror del Estado Islámico. Kobanê pasará a la historia como una de las mayores resistencias de las mujeres frente al patriarcado más brutal y oscuro.

Pero los medios de comunicación, conscientemente, omitieron la historia, el contexto y la base político-ideológica que enmarcaba la hazaña de las combatientes. Sin ofrecer ningún marco de referencia, los medios pretendían tanto borrar el pasado como anular el futuro de la revolución de las mujeres que se estaba produciendo, y que tenía, como una de sus más importantes manifestaciones, el reconocimiento material, pero también emocional y teórico, de que las mujeres que se auto-defienden son imparables.

Ningún ejército revolucionario se crea de la noche a la mañana. La lucha revolucionaria es un camino largo, tedioso, no apto para impacientes. Las mujeres kurdas llevan más de 40 años luchando, combatiendo a los estados que las oprimen por amar su tierra, su lengua, su cultura y tradiciones, por negarse a desaparecer como pueblo, como nación. Combatiendo contra el patriarcado, que las trata como esclavas y las considera objetos de consumo tanto en el aparato del Estado como en la sociedad, peleando día a día dentro de cada familia. Y sobre todo, combatiéndose a ellas mismas, pues saben que su peor adversario es todo aquello que el sistema ha querido hacer de ellas, y que solo a través de un incansable trabajo contra el enemigo interno una puede llegar a ser verdaderamente libre.

Las mujeres de Rojava ya eran militantes antes del estallido de la revolución. Llevaban desde los años 90 auto-organizándose en grupo no mixtos. Se autoformaban escuchando cintas de casete que venían de las cárceles de Bakur (Kurdistán del Norte) o de las montañas. Organizaban reuniones clandestinas, donde debatían y formaban a otras compañeras. Resolvían sus problemas sin recurrir al Estado, confiando en la auto-organización y el buen criterio de las militantes. Escondían a compañeros y compañeras perseguidos, conduciéndoles a través de la noche para que la policía del régimen sirio no les arrestara. Destinaban siempre una parte de su ya exiguo salario a la organización¹. Algunas de estas mujeres cuentan sus experiencias con nostalgia. Suelen decir: “Sí, antes era más duro, más difícil, pero también había más alegría en la lucha”.

La mayoría de estas mujeres aún continúan militando. Trabajan en las diferentes instituciones que la revolución ha creado. Otras han dado su vida por la revolución, y sus retratos están siempre presentes en las paredes de las instituciones. Una de estas mujeres fue Gulê Selmo, asesinada por el régimen sirio durante una protesta en Alepo en 2012. Otra es Dayika Eqîde, asesinada en un bombardeo del ejército turco cuando participaba en un convoy civil que se dirigía a proteger la ciudad de Serekaniye, en 2019.

La revolución de la mujer en Rojava ha dado pasos de gigante en materia de derechos de la mujer, pero sobre todo ha traído una nueva conciencia de liberación. La base teórica de esta revolución es que “la sociedad no puede ser libre si las mujeres no son libres”; por lo que es imprescindible liberar a la mujer para poder liberar a la sociedad. Las mujeres son la vanguardia tanto ideológica como práctica de la revolución. Son ellas las más implicadas en todas las áreas de trabajo, las que sostienen las labores de las instituciones, la autodefensa, las comunas, la educación, la cultura y el arte. La tarea de las mujeres es doble; por un lado participan en las estructuras generales de la Administración, al mismo tiempo que impulsan su propia organización autónoma a través de organismos como Kongra Star o la Asamblea de Mujeres del Norte y Este de Siria. Ellas saben que si no participan directamente de las instituciones, la mentalidad del macho dominante arruinaría la radicalidad de la revolución. Como también saben que hay ciertas áreas de la vida que están directamente ligadas a la mujer, y que la organización y toma de decisiones deben ser exclusivas de las mujeres.

La potencia de esta revolución ha superado con creces el marco de la nación kurda. Tras la lucha contra el Estado Islámico y la liberación de regiones como Shengal, Manbij, Raqqa o Deir Ezzor, miles de mujeres se impregnaron del espíritu combativo y de libertad. Es sorprendente ver cómo mujeres cristianas (asirias, siríacas, caldeas y armenias), árabes, kurdas, turcomanas, chechenas y yazidíes, aúnan sus fuerzas, su vitalidad, en la construcción de un sistema de mujeres que protege las libertades de todas ellas, pero respetando sus particularidades étnicas y religiosas.

En un seminario en el Día contra la Violencia hacia las Mujeres, una compañera árabe, en Raqqa, apuntó: “Hoy, nosotras decimos que somos libres, pero no habremos alcanzado realmente la libertad de las mujeres hasta que destruyamos la mentalidad de la opresión. Hasta que no hayamos vencido el dolor y las dificultades que enfrentan todas las mujeres”. Estas mujeres, a pesar de los grandes avances que han conseguido, tienen conciencia de que la liberación de la mujer está ligada a la destrucción de la mentalidad patriarcal, y que mientras una sola mujer siga sufriendo, ellas no pueden afirmar “somos libres”.

El patriarcado, el Estado y el capitalismo tienen miedo de las mujeres libres y conscientes, y por ello las tienen como objetivo de sus violencias. Durante las invasiones del ejército turco y sus aliados yihadistas contra el cantón de Afrin (2018), y las regiones de Girê Spî y Serekaniye (2019), las mujeres han sido objetivo de la guerra y ensañamiento más bestiales. La secretaria general del Partido del Futuro de Siria, Hevrîn Khalef, fue brutalmente asesinada mientras viajaba con su guardaespaldas y chofer. Ametrallaron su coche, la arrastraron del pelo fuera del vehículo, desgarrándole el cuero cabelludo, la torturaron, dispararon sin piedad repetidas veces y, una vez muerta, mutilaron su cuerpo. A la combatiente de las YPJ Amara Rênas, en Girê Spî, como anteriormente en Afrin le ocurrió a la combatiente Barîn Kobane, tras defender sus posiciones y morir en el frente, los yihadistas mutilaron sus cuerpos e hicieron fotografías y videos para difundirlos en internet.

Estas mujeres son símbolos de la resistencia contra el enemigo de la libertad de las mujeres. Como dijo Foza Yûsif, miembro del Comité Ejecutivo del TEV-DEM²: “Tienen rencor contra las mujeres. Porque las mujeres revolucionarias están sacudiendo el imperio que crearon por la violencia, la persecución y la reacción. Porque saben bien que las mujeres son la base del sistema social, y esclavizar a las mujeres significa impedir a la sociedad ser una sociedad.”

Notas:

¹La organización se refiere al PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) y al PAJK (Partido Libre de las Mujeres de Kurdistán).

²Movimiento por una Sociedad Democrática.

FUENTE: Sara A. de Ceano-Vivas Núñez  / El Clarión / Rojava Azadi Madrid