Newroz: el espíritu de un pueblo

No había dormido casi nada, eran las 04:00 AM del 21 de marzo de 2016 en algún lugar de Estambul, la antigua Constantinopla, capital de los extintos Imperio Bizantino y Otomano, hoy segunda ciudad de Turquía, puente entre Europa y Asia. Despertaba en medio del cansancio y la ansiedad, iba a vivir un suceso que recordaría toda mi vida, asistiría al Newroz, el nuevo año kurdo. Estaba a menos de dos horas en avión de Amed, o Diyarbakir como la llaman los turcos, la capital de Bakur, el Kurdistán ocupado por Turquía, una de las ciudades más importantes de las cuatro regiones del Kurdistán, símbolo de resistencia y lucha; tan sólo pocas semanas atrás, el Movimiento de Liberación Kurdo había decretado la autonomía democrática en varias regiones de Bakur.

El riesgo era evidente; un latinoamericano, comunista, bolivariano, en medio de un clima completamente hostil: la guerra. Me la estaba jugando para comprender la historia de un pueblo y el porqué de su destino revolucionario. Un pueblo que hasta ese momento me era un tanto extraño, y que con el tiempo acabaría por convertirse en mi segunda patria.

Estambul-Amed

Baran, un joven ex guerrillero del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), servía dos vasos de cay -té turco- mientras preparaba el desayuno. Alto, delgado, de barba impecable y lentes anchos, a muy temprana edad había combatido en Bakur, Basur –Kurdistán ocupado por Iraq- y luego en Rojava –Kurdistán ocupado por Siria-, región que vive actualmente un proceso revolucionario único en el mundo. Tras ser herido en combate, Baran fue traslado a Turquía para continuar la lucha por otros medios, ahora no disparaba, escribía, sus balas eran letras que denunciaban el fascismo del Estado turco.

La noche del 20 de marzo hablamos hasta el cansancio, tocamos la perspectiva revolucionaria de nuestros pueblos, recordamos al “Che” Guevara, Fidel, Camilo y Chávez, llegamos a la conclusión de que no éramos tan diferentes, que la lucha contra el capitalismo, el colonialismo, el patriarcado, el Estado burgués, el imperialismo, nos unía en un solo puño; aquella noche hicimos una promesa, cada uno pelearía a su modo en su lugar, sin descanso.

En la madrugada del 21 salimos con dirección al aeropuerto Atatürk de Estambul, Baran me acompañaría hasta la puerta. Al llegar, como es costumbre, nos despedimos con dos besos en las mejillas, miró mis ojos firmemente y dijo: “el día de hoy conocerás el espíritu de mi pueblo”, y así fue.

Newroz Piroz Be! (Feliz Newroz)

10:00 AM, aterrizaba en Amed, ya no me encontraba en Turquía, había llegado al Kurdistán. Azad, otro joven kurdo, era mi contacto en la ciudad, nos reconocimos entre miradas a la salida del aeropuerto, sonreímos y nos dimos un gran abrazo para enseguida dirigirnos en su automóvil hacia la Plaza Newroz, una explanada enorme donde han llegado a concentrarse decenas de miles de personas. Así fue en 2015, cuando más de un millón y medio se dio cita para celebrar el Newroz y la liberación de Kobane, una pequeña ciudad ubicada en Rojava, donde las milicias populares kurdas humillaron al Estado Islámico.

Llegamos a toda velocidad a la Plaza Newroz, Azad con señas me pide que lo siga, el evento está por empezar y él debe ponerme en contacto con una delegación internacional en la que había sido incluido apenas un día atrás. En medio de una marcha forzada atravesamos dos anillos de seguridad, el primero, organizado por las fuerzas de seguridad turcas, enfocadas principalmente en humillar a los asistentes, el segundo, cuidadosamente montado por el Congreso de la Sociedad Democrática (DTK) de Amed, quien junto a otras organizaciones, coordinaba la seguridad del evento. Al interior de la Plaza Newroz, pasando el cordón de seguridad del DTK, no vi un solo policía turco.

Una vez en contacto con la delegación internacional Azad se despidió, sin antes decirme que pasaría por mí en la noche y que no me preocupe por nada, palabras que sonaban como una orden amigable; entendí en ese momento que era un “hombre de las montañas”, un ex guerrillero, al igual que Baran. Ingresé a la tribuna de la Plaza Newroz, al interior se encontraban importantes personalidades de la política como Selahattin Dermitas, copresidente del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), Gültan Kisanak alcaldesa de Diyarbakir, ambos actualmente encarcelados  por el Estado turco, o Deniz Naki, jugador del equipo de fútbol Amedspor, recientemente baleado en Alemania.

Frente a la tribuna se encontraba el espíritu y cuerpo de un pueblo, más de 800.000 personas, niños, niñas, jóvenes, adultos, viejos, viejas, celebraban el Newroz con un fervor único, eran la reencarnación del herrero Kawa quien ajustició el rey tirano Zohak encendiendo el fuego de la libertad para los kurdos, mito considerado fundador de este pueblo. Queman madera, saltan, bailan, cantan, miles de banderas y estandartes, miles de rostros, miles de corazones. Un espectáculo impresionante, una demostración de fuerza y unidad desorbitante, el sentir de un pueblo que no se rendirá jamás, la celebración de la vida sobre la muerte, la presencia incontenible de Abdullah Öcalan, líder el pueblo kurdo.

Vivir para luchar

17:00 PM, la celebración ha terminado, ríos de gente se escabullen entre los cordones de las fuerza de seguridad turcas. Regresan a sus casas, algunos regresarán a lo que queda de ellas; semanas atrás el distrito de Sur en Amed había sido destruido por el ejército turco casi en su totalidad. Un sentimiento inexplicable inunda la despedida, el sentimiento de un pueblo que vive para luchar; berxwedan jiyane, dirán los kurdos, la resistencia es vida. Nos vamos todos, la plaza comienza a vaciarse de gente, sin embargo todos quienes hemos estado allí sabemos que no nos vamos solos, es imposible salir vacío. Salimos con el corazón rebozando de dignidad, salimos con valor, salimos para continuar luchando aquí y ahora, sin cuartel.

FUENTE: Carlos Pazmiño / Fotografías: Dîlan Yazıcıoğlu / Revista Crisis