Los esfuerzos de Erdogan para resolver el caso Khashoggi no tienen nada que ver con la libertad de prensa

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, promete desentrañar el presunto asesinato de Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul. Pero cuando se conocen los esfuerzos de Turquía para sofocar la libertad de prensa y la libertad de expresión dentro y fuera del país, inmediatamente se puede ver un doble estándar, sino la hipocresía, en su respuesta.

Desde el fallido intento de golpe de Estado en 2016, Erdogan ha convertido a Turquía en un Estado cada vez más autoritario -si ya no lo era antes-, acaparando todo el poder, utilizando el estado de emergencia para arrestar a decenas de miles de personas, expulsando a muchos más de las instituciones públicas y encarcelando a decenas de periodistas. Incluso, los funcionarios turcos han admitido que secuestraron a decenas de disidentes en operaciones antiterroristas en otros países, desde Europa hasta África.

Erdogan utilizó deliberadamente la represión para atacar a la oposición y silenciar las voces disidentes, incluidos los medios de comunicación independientes, vinculándolos a “organizaciones terroristas” o al golpe de estado fallido. Según el Comité para la Protección del Periodista (CPJ), Turquía es el peor carcelero de periodistas en el mundo.

Uno podría decir, en respuesta a esto, que Turquía y Arabia Saudí tienen similitudes cuando se trata de restricciones a las libertades, pero matar a un periodista es otro nivel.

Antes de admirar la determinación de Turquía de revelar los detalles del complicado asesinato de Khashoggi hace menos de dos semanas, se debe recordar la postergación por 11 años del caso del asesinato de Hrant Dink, el destacado periodista armenio que fue ultimado a tiros en Estambul el mediodía del 19 de enero de 2007.

Dink era un editor en un periódico que había publicado artículos sobre el genocidio armenio, y era bien conocido por sus esfuerzos para la reconciliación entre turcos y armenios y su defensa de los derechos humanos y de las minorías en Turquía. En el momento de su muerte, estaba en juicio por violar el artículo 301 del Código Penal turco y “denigrar el carácter turco” de la sociedad. Su asesinato provocó protestas nacionales masivas en Turquía como una indignación internacional generalizada.

Dink había soportado durante mucho tiempo las amenazas de los nacionalistas turcos extremos debido a sus declaraciones sobre la identidad armenia y el genocidio armenio. Regularmente, recibía correos electrónicos que amenazaban su vida. Frente a esas amenazas en una ocasión Dink respondió  que se sentía con una paloma, “igualmente obsesionado por lo que sucede a mi izquierda y derecha, adelante y atrás. Mi cabeza es igual de móvil y rápida”. De esta forma se quejó sobre la indiferencia del gobierno turco. “¿Saben ustedes, los ministros, el precio por hacer que alguien esté tan asustado como una paloma?”. Dink aseguró: “Mi diario y la memoria de mi computadora están llenos de mensajes de ciudadanos de este círculo de rabia y amenazas. (Permítanme señalar que consideré que uno de ellos, publicado desde Bursa, era una amenaza inminente y lo presenté a la oficina del Fiscal Público en Estambul)”.

Según testigos presenciales, Dink fue baleado por un hombre de 25 o 30 años de edad al mediodía, quien le disparó tres tiros en la cabeza, desde la espalda, a quemarropa antes de huir de la escena a pie. Dos hombres fueron detenidos por la policía en las primeras horas, pero más tarde fueron liberados.

Dos días después, las agencias de noticias informaron que el tirador había sido identificado como “Ogun Samast”, un adolescente nacido en 1990 y registrado como residente en Trabzon, la misma ciudad donde, un año antes del asesinato de Dink, el sacerdote católico Andrea Santoro fue abatido a tiros por un joven de 16 años frente a la iglesia de Santa María de Trabzon.

Las investigaciones condujeron a que en el asesinato participaron movimientos ultranacionalistas, como la organización Alperen, un grupo juvenil neofascista asociado con el partido ultranacionalista e islamista Great Union Party (BBP), creado por ex miembros del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP).

El MHP ha sido durante mucho tiempo el aliado más cercano del gobernante Partido de Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan. Pero ningún miembro de MHP fue tocado, y mucho menos investigado, después del asesinato.

Si el interminable caso del asesinato de Hrant Dink no es suficiente, se puede hablar de la semana pasada. Un tribunal de Estambul emitió un “aviso rojo” para los periodistas Can Dundar, que vive en Alemania, e Ilhan Tanir, que vive en los Estados Unidos, por cargos de espionaje.

Un aviso rojo sirve como solicitud a los países miembros de Interpol para arrestar a un sospechoso. El sospechoso, Dundar, ex editor jefe de un periódico de oposición Cumhuriyet, había sido encarcelado previamente en Turquía por informes que revelaban los envíos de armas de Turquía a los rebeldes en Siria.

Las organizaciones internacionales de periodismo han condenado enérgicamente la purga de los medios de Turquía. El representante turco de Reporteros Sin Fronteras calificó los arrestos de “una caza de brujas contra periodistas”. David Kaye, el relator especial de la ONU sobre el derecho a la libertad de expresión, dijo que “el intento de golpe no puede justificar un ataque tan amplio contra casi todas las voces, no solo las críticas, sino las analíticas y periodísticas”.

“El desprecio por cualquier garantía de debido proceso es flagrante y solo contribuye a los niveles extremos de inseguridad que afectan a todas las personas que trabajan para informar a las personas sobre la crisis actual en el país”, dijo Dunja Mijatovic, representante de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, al referirse a la libertad de los medios en Turquía.

La coordinadora del programa del Comité para la Protección de Periodistas para Asia Central, Nina Ognianova, afirmó que “la escala de esta derrota de los medios es asombrosa”.

El asesinato de Khashoggi, sin tener en cuenta sus propias opiniones en contra de muchas libertades, es un ataque espantoso contra la libertad de prensa y de expresión. Pero uno debe darse cuenta de que el gobierno turco, especialmente con Erdogan, está explotando la situación para obtener una ventaja en un juego de poder contra Arabia Saudí para el futuro de Medio Oriente. De lo contrario, no es más que un hombre fuerte que usó el aparato estatal para silenciar la prensa crítica cuando Turquía más necesitaba medios pluralistas.

FUENTE: Gokcan Aydogan / The Region / Traducción y edición: Kurdistán América Latina