Las mujeres son libres y están armadas en el norte de Siria

Radwan, un hombre árabe de 30 años de edad, llegó con cuatro testigos varones y una queja contra una ex esposa a un lugar llamado la Casa de la Mujer aquí en Manbij, en el norte de Siria.

Se había divorciado recientemente de su segunda esposa, Amira, de 17 años, y quería recuperar el oro que había entregado como dote, unas tres o cuatro onzas a lo sumo, de un valor algo superior a unas pocas cabras pero menor que un coche.

Los cinco hombres se sentaron con Amira y su madre, Isra, en un círculo de sillas de plástico alrededor de una estufa para discutir el asunto, con la mediación de varios funcionarios de la Casa de la Mujer.

La conversación se acaloró cuando Amira y su madre, que pidieron que no se revelaran los apellidos de las familias para evitar una reacción tribal en su contra, se negaron a devolver el oro. Cuando los funcionarios de la Casa de la Mujer dijeron que Amira no sólo tenía razón en conservarla, sino que también tenía derecho a una casa llena de muebles como compensación por el divorcio, Radwan comenzó a gritar.

Se derribaron sillas y se alzaron voces, pero las funcionarias acompañaron a los hombres fuera del edificio con cortesía pero con firmeza, advirtiéndoles que llamarían a la policía si no se iban en silencio.

Shilan Shermooz, administradora de la Casa de la Mujer, dijo que el asunto aún no había terminado. Una vez que Radwan cumpliera las compensaciones, dijo, enviarían su caso a la corte y lo procesarían por golpear y abusar de Amira durante las dos semanas que estuvieron casados. Radwan también era culpable de fraude, indicó, porque Amira accedió a la boda sin saber que ya tenía esposa e hijos.

“El patriarcado realmente ha terminado”, sentenció la Señora Shermooz, riendo junto a dos colegas.

En las zonas del norte de Siria controladas por los kurdos, la promoción de la igualdad entre los géneros ha dado a mujeres como la Señora Shermooz un poder considerable para hacer valer los derechos de la mujer. La autoridad que ejercen las mujeres aquí -en la policía, los tribunales y las milicias- se inspira en la filosofía igualitaria de género del líder ideológico de los kurdos, Abdullah Öcalan.

Fundador del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Öcalan se encuentra cumpliendo cadena perpetua en Turquía acusado de terrorismo, y su organización es una organización señalada como terrorista por los Estados Unidos y la Unión Europea. Pero su filosofía es muy popular entre los kurdos, especialmente en el norte de Siria y el este de Turquía.

Seis años de control de la mayor parte del norte de Siria han dado a los kurdos la oportunidad de poner en práctica sus reformas sobre la igualdad de género hasta un grado sin precedentes, sin trabas por la interferencia del gobierno turco, que ha tomado medidas enérgicas contra muchas de las instituciones de mujeres en las zonas de mayoría kurda de Turquía.

Por ley, todas las instituciones gubernamentales en la Siria controlada por los kurdos tienen una copresidencia compartida por ambos sexos, y la mayoría de las juntas y comités gubernamentales también tienen que estar paritariamente constituidos, excepto en el caso de las instituciones de mujeres, que están dirigidas sólo por mujeres.

Las milicias kurdas tienen Unidades de Protección de la Mujer (YPJ), exclusivamente femeninas, que han sido socias importantes junto con las unidades masculinas en el campo de batalla. Cuando las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), una coalición respaldada por Estados Unidos, capturaron Raqqa al Estado Islámico en octubre pasado, la comandante general era una mujer de las YPJ, Rojda Felat.

“Siempre hay hombres que piensan que las mujeres son esclavas, pero cuando las mujeres son una fuerza armada, los hombres les tienen miedo”, dijo Arzu Demir, autor turco de un libro sobre las milicias de las YPJ.

El esfuerzo kurdo por instaurar la igualdad de género se ha puesto realmente a prueba en lugares como Manbij, que es abrumadoramente árabe, y también conservador y tribal. Las SDF, dominadas por los kurdos, tomaron el control aquí hace unos 18 meses (12 de agosto 2016), en una campaña apoyada por las unidades de Operaciones Especiales y la fuerza aérea americanas. Aunque el Consejo Militar de Manbij, que ahora está a cargo de la ciudad, es una fuerza mayoritariamente árabe, el nuevo gobierno está organizado sobre la base de los principios revolucionarios de Öcalan.

Inmediatamente se otorgó a las mujeres el derecho al divorcio, que antes era un derecho reservado a los hombres; a heredar bienes en igualdad de condiciones que los hombres; y a mantener a sus hijos y sus hogares en caso de ruptura conyugal. Han desaparecido las disposiciones de la Sharia (ley islámica), observadas durante mucho tiempo, que daban al testimonio de una mujer en un tribunal sólo la mitad de peso que al de un hombre.

Esos cambios no han estado exentos de retrocesos. La zona de Kobane, en Siria, por ejemplo, de mayoría kurda, prohibió la práctica de que los hombres se casaran con más de una mujer. Pero cuando los funcionarios trataron de aplicar esa restricción en Manbij, la ira de los líderes tribales condujo a la concesión de una excepción aquí.

Aún así, la Casa de la Mujer en Manbij comenzó de inmediato a aconsejar agresivamente a las esposas cuyos maridos se casaban por segunda vez para que se divorciaran y se fueran con sus hijos, la casa y la mitad de cualquier propiedad. El resultado ha sido unos 200 divorcios en el último año, la mayoría en casos de poligamia y matrimonio de menores de edad, informa Widat Hayat, una mujer árabe y socióloga que dirige el departamento de investigación de la Casa de la Mujer. Es una cantidad sin precedentes.

A muchos hombres locales les ha resultado difícil conciliar la prosperidad y la estabilidad que el nuevo gobierno ha traído con sus propias tradiciones.

Abdul Aziz al-Hassin, un comerciante árabe de 45 años que tiene 14 hijos, está de acuerdo en que “una mujer tiene los mismos derechos que un hombre, no es una esclava ni una sirvienta”. Pero aún tiene la intención de tomar una segunda esposa, dice, porque la actual, también de 45 años, ya no puede tener hijos. ¿Cómo reaccionará a eso? “No se lo diré”, dijo. “No es asunto suyo”.

Actitudes como esa no mueren.

“Cuando abrimos la Casa de la Mujer, ni siquiera nosotras creíamos que esto iba a funcionar aquí”, declara Jihan Mustafa, una de las consejeras que asesora a las mujeres sobre sus derechos y las ayuda a lo largo del divorcio, los juicios por abuso conyugal y las acciones legales para obligar a sus maridos a mantener mejor a sus hijos. “Ahora, como ves, aquí siempre estamos ocupadas”.

En la Casa de la Mujer de Manbij, los pasillos, las salas de espera y las salas de consulta estaban abarrotadas de hombres y mujeres, y muchos de ellos se mostraban visiblemente enojados.

La Señora Mustafa es kurda, al igual que las primeras mujeres activistas aquí, pero ahora otras miembros de la Casa de la Mujer son árabes, y la mayoría de sus clientes también lo son. Manbij es muy árabe, con una minoría kurda y de otras etnias. “Hay una aceptación real de este cambio, y sólo 18 meses después de la liberación de Manbij”, dice.

Sin embargo, la aceptación no es universal, y muchos de los que son críticos también tienen miedo de hablar públicamente.

“Para entender la situación actual, piense en ISIS, pero en el otro extremo del espectro”, dice Abdul, de 37 años, un maestro que habla bajo la condición de anonimato por temor a represalias de los funcionarios kurdos. “Nunca dejan de tratar de imponer códigos y enseñanzas que contradicen nuestras normas culturales y puntos de vista conservadores”, declara. “E insisten en tener una presencia femenina en todo, lo que les ha hecho contratar a mujeres no cualificadas en puestos que no saben cómo gestionar”.

Unos niños juegan en una zona fuertemente bombardeada de Kobane, en el norte de Siria. Después de que los kurdos tomaran el control del área, las mujeres recibieron inmediatamente el derecho al divorcio, antes reservado a los hombres; a heredar propiedades en igualdad de condiciones con los hombres; y a mantener a sus hijos y sus hogares en caso de ruptura matrimonial.

Los líderes kurdos son conscientes del descontento, pero dicen que los cambios que están trayendo hace tiempo que deberían haberse producido y que están ganando aceptación, especialmente entre las mujeres árabes más jóvenes.

“La mayoría de los hombres no lo aceptan, pero hablamos con las mujeres y tratamos de que la sociedad entienda por qué no es bueno, por ejemplo, tener más de una esposa”, dice Isam Abdul Qader, miembro árabe del Consejo de Mujeres de Manbij, otra organización que defiende la igualdad de la mujer. También envía equipos de mujeres de puerta en puerta por vecindarios y aldeas, donde piden entrar y explicar a las mujeres sus nuevos derechos.

“Al principio, muchos hombres no nos dejan entrar”, dice Hana Sharif, miembro del consejo kurdo. “Sólo volvemos dos o tres veces. Poco a poco, está funcionando”.

Maja al-Ali, de 25 años, es una mujer árabe miembro del consejo que declara que el nuevo gobierno local le ha cambiado la vida. “Antes me quedaba en casa y ni siquiera podía despertarme por la mañana”, afirma. “Ahora tengo carácter y un papel en la sociedad. Ahora me levanto por la mañana, tengo reuniones y hago cosas, y ahora amo la vida”.

A petición de las mujeres de la localidad, el ayuntamiento ha puesto en marcha una autoescuela para ellas. Recientemente, algunas mujeres de Manbij han pedido al consejo de mujeres que organice cursos sobre armas de fuego para enseñar a las mujeres civiles a defenderse.

“Ya era hora”, dice Sharif, “de que tuviéramos todos nuestros derechos”.

FUENTE: Rod Norland / The New York Times / Fecha de publicación original: 24 febrero de 2018 / Traducido por Rojava Azadi