Malalai Joya es una activista afgana, escritora y ex política. Fue diputada en el Parlamento afgano de 2005 a 2007. Ha denunciado públicamente la presencia de caudillos y conocidos criminales de guerra en el Parlamento, lo que le llevó a su suspensión en mayo de 2007. Importantes escritores, intelectuales como Noam Chomsky y políticos han firmado protestas y apelaciones para que vuelvan a rehabilitarla.
Malalai Joya ha estado recientemente en Italia y ha hablado con ANF sobre la situación en Afganistán.
Joya tuvo cálidas palabras para las mujeres kurdas quienes, según dice, “son una fuente de inspiración y esperanza”.
-Primero de todo, ¿puedes darnos una imagen de Afganistán hoy?
-Después de la tragedia del 11-S, los Estados Unidos y la OTAN ocuparon nuestro país en nombre de la “democracia”, los “derechos de la mujer” y los “derechos humanos”, y reemplazaron el bárbaro régimen talibán por caudillos fundamentalistas, hermanos de fe de los talibanes, que llevaron a cabo una guerra civil entre 1992 y 1996 que redujo Kabul a cenizas y en la que murieron más de 70.000 civiles.
Después de más de una década de “guerra contra el terror” liderada por los Estados Unidos y la OTAN, y de más de 100 billones de dólares gastados, nuestro país, lamentablemente, mantiene los mayores índices de guerra, pobreza, desempleo, producción de drogas y adicción, corrupción, analfabetismo, mortalidad materna e infantil o infelicidad. La ocupación extranjera no ha hecho más que multiplicar nuestros problemas.
Hoy, bombas, ataques suicidas, ataques de drones, ejecuciones públicas, violaciones y violaciones en grupo, secuestros y otras tragedias similares, amenazan la vida de nuestra gente cada segundo. La gente no se siente a salvo en ninguna parte, ya sea dentro o fuera de sus casas, y los terroristas son más fuertes que nunca.
-En esta imagen, ¿hay alguna oposición a esos caudillos que parecen tener más poder que nunca?
-Durante décadas, los individuos y las fuerzas progresistas han luchado y resistido contra el fundamentalismo y la ocupación. Esas figuras y movimientos son la esperanza de futuro de Afganistán en tanto que siempre han alzado firmemente la voz a favor de la justicia y la paz, contra los criminales y los traidores, a pesar de enfrentarse a la cárcel, la tortura y la muerte. Aunque están bajo amenaza y se encuentran debilitados, sus lemas y objetivos son comunes a todos los afganos. Un partido progresista de Afganistán, llamado Partido Solidario de Afganistán, está formado por jóvenes valientes. Es un partido democrático y secular que recibe un gran apoyo por parte del pueblo afgano.
La Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA por sus siglas en inglés) es una organización de mujeres que opera de forma clandestina. Su líder, Meena, fue asesinada por los fundamentalistas.
Mi mensaje siempre ha sido de apoyo, ya que considero que son la única alternativa de un futuro brillante para Afganistán.
-¿Cuál es la situación de las mujeres hoy en día?
-Tras 16 años de la autoproclamada “liberación de las mujeres afganas” por parte de los Estados Unidos y la OTAN, las mujeres siguen siendo, por desgracia, las principales víctimas de la desastrosa situación actual. Las condiciones de las mujeres afganas son tan catastróficas como lo eran durante el régimen ignorante y misógino talibán. Es posible que hayas oído hablar sobre el impactante asesinato de Farkhunda, una mujer de 27 años que fue salvajemente golpeada hasta la muerte por un grupo de gente que luego quemó su cuerpo públicamente a unos pocos kilómetros del palacio presidencial. Ese asesinato puso de relieve la falsedad de las afirmaciones grandilocuentes de los Estados Unidos y los gobiernos occidentales, de sus medios de comunicación y sus títeres afganos, sobre los derechos de las mujeres, emitidas únicamente para justificar la guerra y la ocupación.
Desafortunadamente, somos testigos de asesinatos, violaciones, lapidaciones, amputaciones de narices y orejas, palizas y azotes públicos a las mujeres, procesamientos por “crímenes morales”, adicciones a las drogas, matrimonios forzosos e infantiles, ataques de ácido a chicas, violencia doméstica, ataques a colegialas o su envenenamiento, y muchas cosas más. Sin embargo, nadie procesa a los perpetradores de estos actos bárbaros porque los fundamentalistas y los traidores en el poder son igual de misóginos. Y la misoginia de los salvajes talibanes, y otros lacayos de Irán, Pakistán y Arabia Saudí, es bien conocida por todos.
La única diferencia de la era post-talibán en mi país es que ahora hay un puñado de mujeres en el gobierno, el parlamento y la llamada sociedad civil, que sirve para alimentar la propaganda occidental de la “liberación de las mujeres afganas” de cara al mundo. La mayoría de esas mujeres no representan a nuestras desafortunadas mujeres, sino a sus salvajes caudillos en el poder cuyo único propósito es servir a sus amos extranjeros para seguir ganando dólares. Los derechos de las mujeres no tienen importancia para ellas, que son parte del problema.
-Abriste el camino para empoderar a las mujeres, ¿cómo dirías que han reaccionado las mujeres? ¿Cómo se organizan?
-He recibido un fuerte apoyo de mujeres de diferentes generaciones, especialmente de familias que habían sido víctimas de la guerra durante décadas. Mi mensaje a las mujeres de mi país siempre ha sido que la clave para la liberación de la mujer es tomar conciencia y organizarse; que las mujeres tienen que romper las cadenas de sus manos, pies y mentes, y unirse para lograr sus derechos como las bravas mujeres kurdas, cuya lucha ya es épica. Pero los esfuerzos para organizar a unas mujeres cuyo sufrimiento es diez veces mayor es una tarea extremadamente compleja. Estas mujeres sufren de analfabetismo, falta de conciencia, y están atadas por innumerables formas de opresión en una sociedad masculina-chovinista feudal. El primer paso para organizar a estas mujeres es la educación y la toma de conciencia, política y social, y su participación en los sectores económicos. Desafortunadamente, nuestras mujeres están aún muy lejos de alcanzar estos requisitos básicos y organizarse en una fuerza poderosa e imparable. Sin embargo, esto no significa que sea imposible o esté lejos de la realidad. Si pensamos que el cambio es inevitable, tenemos que pensar también que viene de la lucha revolucionaria del pueblo, especialmente de las mujeres. Esto no puede pasar ni pasará sin una organización exitosa.
-Se habla mucho sobre la necesidad de una organización internacional de mujeres, una red que podría actuar siempre que sucediera algo en cualquier país. ¿Crees que estamos llegando? En otras palabras, ¿crees que hay suficiente solidaridad y apoyo de las organizaciones de mujeres de todo el mundo ante los problemas que enfrentan las mujeres afganas? ¿Sientes que las mujeres en los Parlamentos de otros países, por ejemplo, están haciendo lo suficiente para apoyar a las mujeres afganas o a las mujeres de Medio Oriente? Lo que me lleva a una pregunta más personal: ¿te sientes sola?
-Creo firmemente en la solidaridad internacional de hombres y mujeres alrededor del mundo entero y espero que unan sus manos con el pueblo oprimido de Afganistán, especialmente con los individuos y las fuerzas progresistas. Nunca me he sentido sola en esta importante lucha. Afortunadamente, gente fantástica de numerosos países alrededor del mundo ha hecho que no me sienta sola, y su poderoso apoyo siempre me ha dado más determinación y esperanza. En nombre de mi gente, he recibido apoyo de organizaciones y figuras de distintos países que aman la paz, están en contra de la guerra, son izquierdistas y feministas.
Dicho esto, las mujeres del mundo entero todavía tenemos que construir esta importante red y estamos muy lejos de conseguirlo. La mayoría de las mujeres occidentales tienen el cerebro lavado por la vasta propaganda y las mentiras de los medios de comunicación, lo que les aleja de la realidad de nuestro país y les impide apoyar a las mujeres afganas que tanto sufren. Hay muy pocas organizaciones que no hayan hecho la vista gorda ante el dolor de las mujeres afganas y las hayan apoyado de distintas formas. Tenemos que recordar que la solidaridad internacional acorta la larga distancia que hay que recorrer para lograr los diferentes objetivos.
Vale la pena mencionar que la red de organizaciones humanitarias internacionales y organismos como la ONU han resultado inútiles a la hora de mejorar la situación de las mujeres afganas por diversas razones. Si bien emiten consignas para la alfabetización y el empoderamiento de las mujeres, sus proyectos y objetivos a corto plazo están en la línea de los intereses estratégicos de sus países donantes como los Estados Unidos, el Reino Unido, Francia o Alemania, por lo que, naturalmente, no resuelven el problema de raíz que genera esta desastrosa situación. Estos organismos están en contra de la lucha que resolvería los problemas de las mujeres afganas. No hay democracia, libertad o progreso si las mujeres no toman conciencia y luchan por sus derechos políticamente, de manera que puedan cambiar la situación del país en su favor.
-La gente está tratando de autoorganizarse, quizás el mejor ejemplo de esto se viva hoy en el norte de Siria donde los kurdos están implementando, junto a otros pueblos en la región, un nuevo modelo llamado Autonomía Democrática. ¿Ves la luz al final del túnel?
-Sí, siempre hay luz y esperanza, no importa cuán oscuro y largo sea el túnel. Es mi parecer, y la historia lo ha demostrado, que la opresión no puede prevalecer siempre, siempre habrá luchas revolucionarias que les romperán la espalda a los opresores, sin importar cuán poderosos sean. Hoy, la prueba de esto, además de una fuente de inspiración y esperanza, es la lucha unida y organizada de los valientes hombres y mujeres del Kurdistán contra las bestias del ISIS y el régimen dictatorial de Erdogan. Y hay luchas similares en todas partes del mundo, como en América Latina, India o Irán.
-¿Puedes hablarnos brevemente sobre tu situación personal? ¿Cómo vives?
-Mi vida todavía es complicada en tanto que prosigo con mi lucha. Todavía no puedo vivir con mi familia y mi hijo porque cambio frecuentemente de residencia. No puedo viajar libremente, pese a la necesidad de hacerlo. Tampoco puedo participar en protestas o entrevistas todo el tiempo, o hacer oír mi voz, que es mi propósito principal. Aparte de todo esto, siento que mi vida perdería significado sin mi lucha, con lo que estas dificultades son una mancha en el camino.
FUENTE: Orsola Casagrande / ANF / Edición: Kurdistán América Latina