La hora del Kurdistán Occidental

“Bahozên reş hewayan dilerizînin / Ewrên tarî nahêlin em bibînin / Tevî ku mirin û zorî li benda me dibin / Bi ruha hevaltî em ê tirs derbas bikin” (1).

Así arranca la versión kurda de una de las canciones anarquistas más populares de la revolución española: “A las barricadas” (Werin barîkadan). Esta adaptación incorpora algunas modificaciones que exceden las diferencias lingüísticas y expresan, antes que nada, una ampliación de perspectivas. Donde antes se escuchaba “El bien más preciado es la libertad /hay que defenderla con fe y valor”, en Medio Oriente ahora cantan “Libertad, autonomía y liberación de la mujer/deben ser defendidos como los valores más preciados”. En una misma dirección, los versos que aclamaban en castellano “En pie pueblo obrero, a la batalla/hay que derrocar a la reacción”, hoy dicen en kurmanjî: “Compañeros, hay que estar preparados con el corazón/para llevar al patriarcado y al Estado a su fin”.

Con cánticos como este se celebraba el pasado 19 de julio el quinto aniversario de la revolución de Rojava (Kurdistán occidental). La comuna internacionalista –grupo integrado por jóvenes extranjeros asentados en territorio kurdo- reivindicaba este proceso dentro de una continuidad de luchas en torno a la fecha, que van desde el levantamiento popular ocurrido en la España del 36, con la consecuente experiencia de colectivizaciones y administración obrera y campesina de la vida social, a la victoria que obtuvo en 1979 el Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, haciendo caer la dictadura de Somoza, y logrando importantes avances en lo que respecta a la reforma agraria, educación y condiciones de vida de las clases populares. (2)

Sin dudas, las provocadas reminiscencias del proceso español son lo suficientemente evidentes. No adrede, el Movimiento de Mujeres en Kurdistán se autodenomina Movimiento de Mujeres Libres del Kurdistán, haciendo una referencia directa a la Federación de Mujeres Libres (3): anarquistas españolas, autónomas, que antes y durante la guerra se encargaron de la alfabetización de las mujeres, promovieron la desclericalización de la sexualidad, se afirmaron en la lucha contra la prostitución y todo tipo de flagelos que oprimían a la población femenina de su tiempo, al simultáneo que combatían la exclusión y el machismo de sus compañeros ácratas.

A nivel internacional, desde el anarquismo, Rojava ha recibido un gran apoyo. Recuerdo en 2014, cuando recién empezaba a interesarme por este asunto, haberme encontrado con las entusiastas palabras de David Graeber (4), quien luego de visitar el cantón de Cizîre afirmaba que se trataba de una verdadera revolución, y le reprochaba a la izquierda su indiferencia frente a este proceso -reclamo que no pierde vigencia y traspasa fronteras-. Más adelante, ya involucrada con la causa, traduciendo algunos artículos del inglés, fui a dar con  los escritos de Janeth Biehl (5), anarquista estadounidense, promotora de la ecología social y de la obra de su ex compañero de vida Murray Bookchin (homenajeado por el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, tras su muerte en 2006, como “uno de los más grandes científicos sociales del siglo XX”). Sus palabras, reflexiones sobre su viaje a Rojava, se presentaban en forma de siluetas inacabadas de la vida cotidiana: allí estaban las escuelas, las asambleas, los comités de mujeres, las cooperativas, la vida de la guerrilla en las montañas.

Existen también sitios de internet que publican diariamente información sobre la actualidad en Kurdistán, algunos como “Rojava no está sola” (6), sostenidos exclusivamente por militantes anarquistas. Sin descontar los comités de solidaridad que se formaron en diferentes partes del mundo –incluso acá-, y que han integrado entre sus participantes un importante componente libertario. Más lejos aún han llegado aquellos y aquellas ácratas que abandonaron sus territorios de origen y combaten hoy en día contra el Estado Islámico en Raqqa. Cuatro meses atrás anunciaban su fundación las “Fuerzas Guerrilleras Internacionales y Revolucionarias del Pueblo” (IRPGF), definiéndose como “una agrupación militante armada, auto-organizada y horizontal”, comprometida con el combate al fascismo, al imperialismo, al capitalismo, a todas las formas del patriarcado y las jerarquías, cuyo objetivo es hacer avanzar “la causa del anarquismo” (7).

¿Pero es Rojava una experiencia anarquista? ¿Ha eliminado completamente el Estado? ¿Y las jerarquías?

Werin barîkadan, werin barîkadan ¡Por el triunfo de la confederación!

Antes de que estallara la guerra en 2011, la población kurda que habitaba el norte de Siria vivía completamente relegada. El régimen de Bashar al-Asad, de partido único, había llevado adelante un sostenido proyecto de empobrecimiento de la zona, destinando las tierras fértiles exclusivamente al monocultivo de trigo, frenando deliberadamente la industrialización e impidiendo la construcción de refinerías que procesasen el crudo extraído de los abundantes pozos petrolíferos del lugar. En relación a los derechos étnicos y lingüísticos, la empresa homogeneizadora del Estado que pretendía “arabizar” al total de la población, incluyó no solo la represión de manifestaciones culturales de origen kurdo, sino también la prohibición de utilizar la lengua en el espacio público y de organizarse en partidos políticos. La colonización se vio reforzada por el traslado de contingentes árabes a la zona con el claro objetivo de desarticular los lazos identitarios que conectaban a la comunidad kurda. En el sistema educativo solo había lugar para una historia, una lengua y una cultura. Y además, la ciudadanía siria les era negada, lo que significa que vivían como extranjeros en su tierra natal.

Durante el conflicto entre el gobierno y los grupos opositores del régimen, los kurdos y las kurdas del PYD (Partido de la Unión Democrática) no se alinearon con ninguno de los bandos, que estaban lejos de representar sus intereses y demandas, sino más bien impulsaron una tercera vía. Aprovechando el debilitamiento del Estado a causa de la guerra, se organizaron como pueblo históricamente oprimido para expulsar a los representantes del régimen que aún permanecían allí, así como a los grandes propietarios de tierras; conformaron las asambleas del pueblo que sustituiría al gobierno en cada cantón –integradas por las distintas organizaciones sociales, políticas y religiosas- y declararon la revolución: “Es la noche del 18-19 de Julio (de 2012). La gente en la ciudad de Kobanê se reúne en una mezquita para participar en una asamblea popular. Alcanzan una decisión: ¡la revolución debe avanzar! Armaron comités de defensa, tomaron el control de acceso principal a y desde Kobanê, mientras los civiles, en una acción organizada, cercaron a las instituciones del régimen y los puntos fuertes militares del ejército de Asad” (Mako  Qocgiri) (8).

No fue, sin embargo, un estallido espontáneo que ocurrió en el vacío. Cuando se presentó la oportunidad, lo que hicieron fue avanzar en el desarrollo de un proyecto revolucionario que venía gestándose desde hacía más de una década y ensayándose en instituciones de contrapoder que co-existían con las instituciones del Estado, de manera subrepticia. Los levantamientos de Qamishli (2004), duramente reprimidos por las fuerzas de al-Asad, habían “servido” para acumular experiencia y fortalecer la organización del pueblo kurdo en Siria. Las redes que se habían tejido desde entonces mostraban su fortaleza, en medio de la crisis del gobierno central.

El PYD se fundó 2003 y se configuró como una organización hermana del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), con quien compartía el ambicioso propósito de transformar las cuatro regiones del Kurdistán (Irán, Irak, Siria y Turquía) en una democracia radical. Esta propuesta renovadora surgió a fines de los años 90. Tras la caída del socialismo real, y la consecuente reconfiguración del mundo, el PKK comenzó a repensar sus propias bases teóricas, dando un giro que podríamos catalogar de libertario, y dejando atrás la estrategia del foco guerrillero para concentrarse en la política de masas. Este último había surgido en 1978, como un partido marxista-leninista, al estilo del Partido de los Trabajadores de Vietnam, cuyo propósito era la liberación nacional y la conformación de un Estado socialista kurdo. En contrapartida, el nuevo proyecto denominado “confederalismo democrático” apuntaba a construir autonomía democrática, sin constituir un Estado, dentro de las fronteras de los Estados existentes. El cambio de paradigma se vio claramente influido por la incorporación masiva de mujeres dentro del movimiento (9), que van a hacer pesar sus demandas y van a reclamar no una parte, sino todo el paraíso para sí. Y en el paraíso no hay Estados…

El análisis que hace el líder del PKK, Abdullah Öcalan, desde una isla-prisión en el mar de Mármara (Turquía), en la que se encuentra cautivo e incomunicado desde 1999, parte de una revisión histórica de las sociedades neolíticas y las formas comunales que existieron antes de que los hombres comenzaran a dominar a las mujeres, y construyeran una civilización basada en la fuerza y la razón instrumental. Enriquecido por las lecturas de Emma Goldman, Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, y posiblemente de alguna que otra feminista radical de los ‘70, entiende que fue necesario dominar primero a las mujeres (convirtiéndolas en “amas de casa”) para lograr someter al resto de la humanidad y de la naturaleza. Todas las instituciones, religiones y formas de conocimiento desarrolladas desde entonces, habrían servido para sustentar y justificar la hegemonía del macho. En este sentido, el Estado se erige como pilar fundamental de la sociedad patriarcal y la familia como el “pequeño Estado del hombre”. Por lo tanto, sostiene Öcalan, que no podrá liberarse completamente la sociedad si las mujeres no son libres (10). Atacar la raíz de todas las opresiones implica destruir el patriarcado, y en consecuencia, el Estado, fundando un modelo de vida libre de explotación, respetuosa con el ambiente, donde cada uno y cada una participe activa y directamente de la vida política, social, económica, cultural, de su comunidad: “Este tipo de autoridad o administración puede ser llamada administración política no estatal o democracia sin Estado. Los procesos de toma de decisión democráticos no deben ser confundidos con los procesos conocidos de la administración pública. (…) El Confederalismo democrático está abierto a otros grupos y facciones políticas. Es flexible, multicultural, anti-monopólico, y orientado hacia el consenso. La ecología y el feminismo son pilares centrales” (Öcalan, 2015, p.36-37) (11).

Por más extraño que nos pueda parecer a las feministas occidentales, para las mujeres del movimiento kurdo, el pronunciamiento de Öcalan en relación a la dominación masculina, ha sido de fundamental importancia, dado que gracias a este –y a la lucha incansable de las propias compañeras-, sus reivindicaciones particulares han pasado a ser las de todo el movimiento, y los aspectos que antes se consideraban secundarios, ahora constituyen los objetivos principales. Para comprenderlo mejor, quizá haga falta acercarse a la realidad que viven las mujeres en Medio Oriente, en Siria en especial, sin desconsiderar los vestigios del origen marxista-leninista del partido…

Sea como sea, es innegable que Abdullah Öcalan es un referente importantísimo para el movimiento kurdo. Como una especie de presencia constante que es ausencia al mismo tiempo. Como un mártir, o un santo, se puede ver su imagen estampada en banderas, escudos, cuadros, su nombre en comunicados, libros, conferencias, canciones, pero no se puede llegar a él; se trata de un líder encarcelado, en condiciones de aislamiento, que a pesar de seguir dando lineamientos detrás de las rejas, tiene escaso contacto con la construcción cotidiana que llevan adelante las personas en Rojava. Sus reflexiones funcionan entonces como un marco de orientación y coherencia para las organizaciones que actúan en el territorio, pero el ritmo de los acontecimientos, las vicisitudes de la guerra y las propias divergencias políticas al interior de Rojava, hacen de la práctica revolucionaria más flexible y mutable que cualquier teoría elaborada por el más aclamado de los líderes.

La teoría en la práctica: el confederalismo democrático

La sociedad de Rojava se viene organizando bajo el confederalismo democrático desde hace cinco años, en medio de una guerra contra grupos yihadistas (ISIS, Al-Nusra) que desde 2014 han ocupado el territorio, apropiándose de pozos petrolíferos y los principales cursos de agua potable, imponiendo sus reglas y su religión, masacrando a cualquiera que se le oponga y esclavizando sexualmente a mujeres y niñas; enfrentado, al mismo tiempo, la intimidación permanente del ejército turco, que apoyado por las grandes potencias, viola la soberanía de Siria y, en este mismo momento, bombardea el cantón de Efrîn. Sumado a esto, Rojava sufre un embargo económico de los países vecinos, que han bloqueado los pasos en todas sus fronteras, dificultado que lleguen alimentos y ayuda humanitaria desde el exterior. Las alianzas militares, que han entablado con la Coalición Internacional (integrada por Estados Unidos) y con Rusia, auspician nuevos peligros en un futuro cercano, que amenazan la continuidad del propio modelo. Sin lugar a dudas, estamos frente a un contexto completamente tensionado para la construcción de una nueva sociedad.

Entretanto, lo que diferencia a Rojava de un Estado, y es allí donde reside su fortaleza, es la estructura asamblearia, de democracia directa y decisiones tomadas por consenso. Los tres cantones (Cizîre, Efrîn y Kobanê), con una población de alrededor de 3.000.000 de personas (un Uruguay), funcionan sobre la base de la comuna. Cada barrio, villa o zona se organiza en comunas de 20 a 300 personas, que se reúnen semanalmente para resolver de forma inmediata cuestiones que afectan directamente a sus comunidades, evitando así la burocracia. Solo cuando los problemas o necesidades de sus miembros no pueden ser resueltos a este nivel, pasan a la asamblea de la ciudad o del cantón.

Las comunas, a su vez, se subdividen en comités (5 o 6) que se encargan de asuntos específicos como la economía, la educación, la autodefensa, la salud y la resolución de conflictos. Cuentan con sus propias fuerzas de autodefensa, conocidas como Unidades de Protección de la Sociedad (HPC), conformadas por integrantes de la comuna que conocen ampliamente el lugar y se encargan de brindar seguridad a nivel local, mediando en casos de conflictos y buscando alcanzar soluciones a través del diálogo y la reparación de las víctimas. Hay en este punto una clara diferencia con las democracias burguesas representativas, donde es el Estado el que posee el monopolio de la violencia.

Existe una red de comunas mixtas, que se encargan de asuntos que implican tanto a hombres como a mujeres y otra red de comunas exclusivas de mujeres, destinadas a atender situaciones que involucran cuestiones de género. Por ejemplo, el comité de resolución de conflictos de una comuna de mujeres podrá interceder en casos de agresiones machistas, así como también vetar resoluciones del mismo comité dentro de la comuna mixta, cuando esté en desacuerdo y considere que se trata de un asunto que debe ser resuelto por mujeres -por ser las principales afectadas-, lo que no podría ocurrir a la inversa, solo las organizaciones de mujeres tienen poder de veto cuando de cuestiones de género se trata. Sin duda, una medida del todo acertada para que los hombres dejen de opinar y decidir por nosotras.

Cada una de estas comunas elige dos representantes, un hombre y una mujer, -siguiendo el principio de co-representación-, que pasan a integran la asamblea del distrito de forma temporal. Una asamblea abarca unas 7-8 comunas, urbanas y rurales. Así como sucede en los siguientes niveles, la función principal de las asambleas es de coordinación y las decisiones que se toman son aquellas que involucran cuestiones generales, que afectan a varias comunas. A su vez, cada asamblea de distrito elige 2 representantes para formar, junto a otros miembros que serán elegidos de manera directa por la comuna (en total 200) la asamblea de la ciudad. Lo mismo ocurre en la asamblea del pueblo (a nivel cantonal). En este último nivel hay X plazas destinadas a los partidos políticos y a organizaciones sociales.

De forma paralela hay una Autoadministración Democrática (DSA) en cada cantón, que es lo más parecido a un parlamento tradicional, compuesta por 22 hombres y mujeres, con funciones legislativas y ejecutivas. En 2014 aprobaron para los tres cantones un contrato social que establecía, entre otras cosas, la prohibición de los monopolios, el derecho a la educación en lengua materna, el respeto y la representación política de todos los grupos étnicos, la igualdad entre hombres y mujeres, la mayoría de edad para casarse. De esta estructura participa el PYD y algunos partidos aliados. Gran parte de la oposición kurda (vinculada al régimen neoliberal de Irak) se niega a incorporarse a las DSA, y comienza a construir una estructura paralela. Desde su conformación hasta el momento no han habido elecciones –excepto a nivel municipal-, y se han constituido como organismos transicionales, en que sus miembros se han “autodesignado” de manera temporal. Sobre este punto recae una de las críticas que se le ha hecho al modelo a nivel internacional, en cuanto a la aplicación de la democracia. Sin embargo, un comunicado anunció recientemente que las elecciones ocurrirán entre fines de este año y comienzos del siguiente.

Una vez consolidadas las Autoadministraciones Democráticas, el poder podría ir por dos cauces opuestos: concentrarse en estas estructuras (aparentemente centralizadoras) en detrimento de las bases (comunas), convirtiendo a estas últimas en grupos de “consulta popular”, sin ningún tipo de poder deliberativo; o bien, pueden las comunas arrebatar cada vez más funciones, y por lo tanto, capacidad de decisión y autonomía a las DSA, transformándolas en meros instrumentos de coordinación entre los diferentes niveles y el exterior. Los caminos que se sigan dependerán de que tan sólida o frágil –e independiente de los partidos que gobiernan- sea la organización popular que se construye hoy en día. Todo esto sin desconsiderar que el contexto de guerra actual obliga a cierto grado de verticalismo y centralización, sobre todo en lo que respecta a la acción militar.

Yin, Yijan, Azadi: Mujer, Vida, Libertad

Más allá de las incógnitas sobre el presente y futuro de Rojava, sería muy necio negar que las mujeres están haciendo su propia revolución. Ellas son el motor del confederalismo democrático. Siglos de opresión sexual, económica, social, política, cultural, grabados en la piel, y anclados en la memoria colectiva, han desatado la furia y el deseo de transformarlo todo. Jóvenes, adultas y ancianas han tomado las riendas de sus vidas, y comenzado a romper lo que antes las (nos) rompía haciendo de ellas (nosotras) apenas “mujeres partidas”, para recuperarse mujeres enteras, para sí y para todas.

Como en toda construcción, primero es necesario demoler, limpiar el terreno de malezas, para luego edificar. Y así lo están haciendo. Han cuestionado la ciencia patriarcal (de raíz positivista) y sus presupuestos que siguen orientando determinadas ramas del conocimiento, aún en nuestros días, en un juego de ocultamiento de la subjetividad de quien investiga, y objetivización de quien está siendo investigado/a. Identificaron que esta dicotomía (sujeto/objeto), se reproduce como lógica subyacente al pensamiento occidental, en un número indefinido de categorías binarias: hombre/mujer, blanco/negro, razón/sentimiento, objetivo/subjetivo, occidente/oriente, en que el segundo de los términos se encuentra siempre en una relación de subordinación respecto al primero –que es quien define y otorga valor al mismo-.

Además, observaron que la historia oficial ha ocultado sistemáticamente la participación protagónica de las mujeres en distintos ámbitos de la vida social (como la economía), otorgándole un papel pasivo y secundario, siempre a la sombra de los grandes héroes masculinos. De igual forma habría ocurrido con el pueblo kurdo, casi olvidado en las narrativas hegemónicas acerca del pasado de la región. Fue necesario entonces proponerse conocer el mundo de otra forma, construir un saber colectivo que integrase, no solo los conocimientos científicos, sino también los ancestrales, la experiencia personal, los mitos, la intuición, a la par que desenterrase la historia de los oprimidos y oprimidas, desde su propia voz y se orientase a la resolución de conflictos sociales de la comunidad. Así surgió, en los campamentos de mujeres de las montañas de Qandil (base de la guerrilla en Irak), la Jineologî (que algunas/os traducen como “ciencia de las mujeres”), que rápidamente se expandió a las academias de mujeres en Rojava y a las escuelas públicas de los tres cantones. Una epistemología desde las mujeres para la sociedad en su conjunto.

Las mujeres también han formado sus propias cooperativas (principalmente agrícolas, textiles y de servicios), que en los últimos meses se reproducen a un ritmo acelerado; su propios comités de salud, que combinan técnicas de la medicina occidental con medicina tradicional, sus tribunales de justicia, sus casas de la cultura, así como sus fuerzas de autodefensa (las mismas que vienen combatiendo a dos de los más misóginos ejércitos contemporáneos: ISIS y Turquía). Recientemente un grupo de mujeres fundó el pueblo de Jinwar, cerca de la ciudad de Dirbesiye, en el cantón de Cizîre, a través de técnicas ecológicas, junto a sus hijos e hijas, construyeron sus casas, y sembraron los campos para obtener alimentos.

La organización exclusiva de mujeres, a la par, pero separada de las organizaciones mixtas, ha demostrado ser una clave para la autonomía femenina en el Kurdistán. Estoy convencida de que también lo será para nosotras. Sin anular los espacios mixtos como lugares de articulación de luchas, el “entre mujeres” tiene una potencia que no podemos despreciar en absoluto. Antes que nada, es necesario encontrarnos entre nosotras, reconocernos en una experiencia compartida de opresión, mirarnos retrospectivamente en una historia de resistencias que antes libraron otras, para sentir-pensar caminos que nos ayuden a desandar mandatos y lógicas impuestas, a la vez de reinventarnos y recrear el porvenir. Basta con probarlo una vez, romper el círculo misógino en que se nos ha encerrado, sentir cómo fluye la palabra/afecto de una mujer a otra, para querer reproducirlo en nuestro colectivo, sindicato, gremio estudiantil, grupo de amigos.

Hacia la montaña…

Rojava, como una flor de loto que crece en medio del lodo, es para algunas la utopía del siglo XXI, mientras que para otros se trata de una simple continuación de la socialdemocracia. Es, antes que nada, un modelo nuevo, y cuesta demasiado mirar hacia lo desconocido, inevitablemente interpretamos la novedad a través de los relatos que encontramos disponibles en nuestro universo cultural. No obstante, existe siempre la posibilidad de desplazamiento y de extrañamiento frente a la perspectiva propia.

Este proceso excede los márgenes de las ideologías occidentales del siglo XIX. Nunca antes, en las revoluciones de las izquierdas habían tenido las mujeres tal centralidad, ya sea en la teoría como en la acción. No en vano la bautizaron sus protagonistas como “la revolución de las mujeres”.

Rojava existe y resiste por el momento, y es lo que es, más allá de lo que nos gustaría que sea desde nuestras convicciones inquebrantables de revolucionarios y revolucionarias que no hicieron la revolución… todavía. ¿En qué se transformará? No lo sabemos. Apostemos por la solidaridad crítica, para que devenga en mayor libertad para todo el pueblo y en especial para las mujeres. La clave parece estar en valorar la pluralidad de la experiencia, la diferencia en las similitudes, en acercarse a la montaña y oír el viento, permitirse habitar por la altura, por la piedra, por la sal…

Notas

(1) Canción completa y subtitulada en: https://www.youtube.com/watch?v=Fr1qKUN8Vgw

(2) Ver la declaración completa en: https://rojavaazadimadrid.wordpress.com/2017/07/19/la-comuna-internacionalista-de-rojava-conmemora-la-fecha-del-19-de-julio-como-dia-de-la-revolucion/

(3) Para saber más sobre Mujeres Libres consultar: Ackelsberg, M. (1999) Mujeres Libres. El anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres. Barcelona, España: Virus memoria.

(4) David Graeber es un antropólogo anarquista inglés, que trabaja en la London School of Economics. El 8 de octubre de 2014 escribió en el periódico The Guardian el artículo “Why is the world ignoring the revolutionary Kurds in Syria?” (https://www.theguardian.com/commentisfree/2014/oct/08/why-world-ignoring-revolutionary-kurds-syria-isis)

(5) Ver blog de Janeth Biehl: http://www.biehlonbookchin.com/

(6) https://rojavanoestasola.noblogs.org/

(7) Ver declaración completa en: https://www.youtube.com/watch?time_continue=72&v=gWfHzXNRUrc

(8) Ver texto completo en: http://www.biehlonbookchin.com/revolutionary-days-july-2012/

(9) El 8 de marzo de 1995 se realizó el primero congreso de las mujeres del PKK, en Metina (entre Turquía e Irak). Allí se fundó el Movimiento de Liberación de las Mujeres de Kurdistán (TJAK), que más adelante pasaría a llamarse Asociación de Mujeres Libres del Kurdistán (YAJK). Para saber más de las organizaciones de mujeres kurdas conultar: Bozgan, D. (2016). El Movimiento de Mujeres Kurdas en Turquía. En: Segato. R. [et al.] Genealogías críticas de la colonialidad en América Latina. Ciudad Autónoma de Buenos Aires : CLACSO. Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/sur-sur/20160210113648/genealogias.pdf

(10) Para profundizar en el pensamiento de Abdullah Öcalan acerca de la liberación de las mujeres consultar: Öcalan, A. (2013). Liberando la vida: la revolución de las mujeres. Alemania: International Initiative.

(11) Öcalan, A. (2015). Confederalismo Democrático. Otro mundo es posible. Montevideo, Uruguay: Ateneo Heber Nieto.

FUENTE: Eva Taberne, Integrante del Comité de Solidaridad con los Pueblos de Kurdistán – Uruguay / Artículo publicado en https://www.hemisferioizquierdo.uy