La guerra popular revolucionaria en el Kurdistán

La guerra popular revolucionaria y la unidad nacional es la estrategia que determinará el futuro del Kurdistán, en una guerra en la que absolutamente todo está sobre la mesa por parte de los kurdos. Definirá la línea borrosa entre la existencia y la determinación, una paradoja en la que viven los pueblos del Kurdistán desde hace más de trescientos años.

Un breve repaso a la sangrienta historia del Kurdistán apunta a la primera partición oficial del Kurdistán, el 17 de mayo de 1639, después de una guerra de 150 años entre los imperios safavid (iraní) y otomano (turco). La partición se selló en el tratado Qasr-i Shirin o Zuhāb, dividiendo el Kurdistán entre Irán y Turquía. Tras años de disturbios kurdos, el 10 de agosto de 1920 se firmó el tratado de Lausana, que prometía la autonomía kurda pero también la dividía en dos más entre el Iraq y Siria; el artículo 64 del tratado es el siguiente: “Si en el plazo de un año a partir de la entrada en vigor del presente Tratado los pueblos kurdos de las zonas definidas en el artículo 62 se dirigen al Consejo de la Sociedad de Naciones de manera que se demuestre que la mayoría de la población de esas zonas desea la independencia de Turquía, y si el Consejo considera entonces que esos pueblos son capaces de tal independencia y recomienda que se les conceda, Turquía se compromete por la presente a ejecutar esa recomendación y a renunciar a todos los derechos y títulos sobre esas zonas”.

Este Tratado fue sustituido tras las negociaciones con Mustafá Kemal Ataturk en el Tratado de Lausana en 24/07/1923. La historia más reciente de los kurdos consiste en muchas masacres como la de Dersim, Zilan y Maras para conmemorar unas pocas, y una política de asimilación y aniquilación fascista que se está llevando a cabo en los kurdos bajo el nombre de Şark Plan Islahat, o “el Plan de Reforma del Este”, que se puso en marcha en 1925. Un extracto del Plan es el siguiente: “Nuestra misión es hacer que el pueblo turco en la patria turca. Cortaremos los elementos que se oponen a la turquedad y al turquismo. Las cualidades que buscaremos al servicio de la patria son, sobre todo, que el hombre sea turco y turquista”.

De esta manera, se realizaron diferentes estudios en cada ciudad del Kurdistán del Norte ocupado por Turquía, acercándose a cada fracción de la sociedad con una táctica diferente. Las personas que habían participado en las rebeliones contra el Estado fueron obligadas a emigrar a las ciudades turcas o fueron “castigadas”. En ciudades como Dersim, Xarpet, Meres y Meleti, miles de mujeres fueron violadas en un intento de deshonrar y disuadir a la sociedad, mientras que cientos de jóvenes kurdas fueron secuestradas y colocadas en ciudades turcas después de haber sido entrenadas.

Evidentemente, el pueblo del Kurdistán no está hoy menos presionado, ni ha terminado el genocidio de los kurdos. Con el aumento de los arrestos políticos, los ataques económicos y de invasión, los proyectos de cambio demográfico, las asimilaciones mediante la guerra psicológica y los intentos de deshumillación, la apremiante cuestión kurda ha llegado al hueso. La diversidad demográfica y la identidad neolítica del pueblo del Kurdistán niega estar gobernado por la misma mentalidad de Estado-nación esclavizante, que es un garante agotado del capitalismo y por lo tanto del egoísmo, los celos y el patriarcado.

La única forma sistemática de ser gobernado en el Kurdistán es el autogobierno; un modo de vida comunitario que proporciona una democracia práctica en proporción a las necesidades de la sociedad y de cada uno de sus segmentos. Este sistema socialista se rige por los medios del confederalismo democrático y está formado por una armonía de colores en un marco de justicia y no de igualdad.

FUENTE: Revista Lêgerîn