El PKK invalidó el Acuerdo Sykes Picot hace un cuarto de siglo

El acuerdo firmado durante la Primera Guerra Mundial pretendía en esencia cómo sería el reparto de Oriente Medio entre los tres “estados imperialistas” tras finalizar la guerra. Con la revolución socialista de 1917 en la Rusia zarista, que cambió el curso de la historia, el Acuerdo Sykes-Picot sirvió a los intereses británicos y franceses. La Revolución de Octubre resultó en esencia una objeción a la guerra y el reparto imperialista.

Con este acuerdo, Kurdistán fue dividido una vez más, como había ocurrido en el Tratado de Qasr.i Shirin de 1639. Pueblos, ciudades, familias y clanes quedaron divididos por la frontera de Bashur-Rojava-Bakuri. Se colocaron vallas de alambre de espino en las fronteras. Esta separación colonial se convirtió en campos de minas de cientos de kilómetros cuadrados.

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Los estados no tienen conciencia ni moral

El Acuerdo Sykes-Picot fue firmado en 1916, pero quedó legalizado por el tratado firmado en Lausana (Suiza) en 1923. Lausana, en completo acuerdo con el espíritu de Sykes-Picot, repartió Iraq y Bashurê (Kurdistan Sur) a los británicos, Siria y Rojava (Kurdistán Oeste) a los franceses, y Bakurê (Kurdistán Norte), la parte más grande geográficamente y por población, al recientemente creado estado turco.

El Acuerdo Sykes-Picot buscaba remodelar “un nuevo Oriente Medio” sobre las ruinas del fallido colonialismo otomano. Pero el acuerdo y el proceso siguiente no trajeron la libertad a los pueblos de la región. Por el contrario, el genocidio contra los pueblos armenio y asirio que se había iniciado antes del acuerdo se volvió permanente y duradero. Los “victoriosos” poderes de la Primera Guerra Mundial, como Gran Bretaña y Francia, dejaron el destino de Kurdistán a estados “subcoloniales” bajo su propio mandato y no hicieron nada para resolver los problemas ocasionados por el acuerdo.

Por el contrario, se inhibieron ante los estados árabes, turo e iraní, que convirtieron Kurdistán en un laboratorio para el genocidio, y los apoyaron política, económica y militarmente. Los arquitectos de Sykes-Picot, Gran Bretaña y Francia, continuaron protegiendo los regímenes coloniales igualmente tras la Segunda Guerra Mundial.

Incluso la caída de la República de Kurdistán que emergió en Kurdistán Este durante el último año de la guerra y que era de una carácter absolutamente democrático y libertario, así como la ejecución de sus líderes por el régimen iraní, no tuvo eco en las conciencias de estos poderes imperialistas. La lucha de los kurdos por la libertad en cada una de las áreas era eliminada con el apoyo de estos poderes a los regímenes colonialistas de Ankara, Bagdad, Damasco y Teherán. Gran Bretaña incluso selló pactos dobles y triples que apuntaban a los kurdos.

Con la OTAN, los delitos del estado turco ni siquiera fueron mencionados durante los años de la guerra fría. Los kemalistas en Turquía, el régimen del Shah en Irán y el racismo del Baath en Irak continuaron el genocidio kurdo bajo las alas de estos poderes. El gas venenoso vertido sobre Halabja fue producido en las fábricas de estos estados. Incluso la gran tragedia de marzo de 1991 de decenas de miles de muertos tras el levantamiento iniciado en Rania, no conmovió las conciencias de estos poderes. Así es cómo los kurdos aprendieron, por medio de la experiencia del último siglo, que los estados no tienen conciencia ni moral.

El Acuerdo Sykes-Picot continuó su “no problemática” existencia durante tres cuartos de siglo. Las objeciones al mismo se mantuvieron a nivel local o fueron suprimidas con sangre por los regímenes coloniales. El primer cuarto de siglo vio correr ríos de sangre kurda en Bakur. Aproximadamente diez mil kurdos fueron asesinados al reprimir la insurgencia liderada por Sheikh Said. Le siguieron los genocidios de Zilan (1930) y Dersim (1937-38). En Bashur, la oportunidad para lograr la “libertad” alcanzada por el Acuerdo del 11 de marzo de 1971, fue eliminada mediante el Acuerdo de Argelia de 1975, auspiciado por los mismos poderes que firmaron Sykes-Picot.

El PKK declara nulo Sykes-Picot

El levantamiento más revolucionario para anular el Acuerdo Sykes-Picot comenzó hace 25 años. El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) lideró la rebelión armada que anuló efectivamente las fronteras del dividido Kurdistán. El proceso se inició con las acciones de Eruh y Semdinli el 15 de agosto de 1984, denominándose posteriormente como la Rebelión del Regreso alcanzó tal punto que terminó con las alambradas de espino, los campos de minas y los tratados que dividían Kurdistán. Y no sólo en el aspecto físico. También creó un espíritu común y una actitud de unidad en la lucha de los kurdos por decidir libremente su propio futuro.

A pesar de las tragedias que siguieron al levantamiento de Rania de 1991, la pérdida de iniciativa sobre Kurdistán Sur por el régimen de Saddam Hussein y el derrocamiento final del régimen en 2003, la emancipación de Rojava (Kurdistán Oeste, Siria) tras la guerra civil siria de 2012 fueron algunos acontecimientos históricos que anularon el Acuerdo Sykes-Picot.

Puede decirse, sin exageración, que el PKK, presente en cada rincón de Kurdistán, creando un espíritu común y una actitud unida, ha jugado un papel clave en el entierro del Acuerdo Sykes-Picot. Y aún lo juega.

El Acuerdo Sykes-Picot nunca estuvo legitimado ni era aceptable a los ojos de los kurdos. A pesar de que el acuerdo quedó abolido, la unidad de las diversas zonas de Kurdistán aún no se ha logrado. Todo el mundo tiene derecho a soñar en la unidad de los kurdos y Kurdistán. Como dice el refrán: “el sueño es la mitad de la tarea”. Pero la esencia de tal sueño es cómo lograr este deseo. Es necesario alcanzar una legitimación legal tanto en la arena nacional como internacional para llegar a establecer una situación de facto.

Dos procesos paralelos para alcanzar la unidad de Kurdistán

Estos dos procesos están interrelacionados y ya en camino.

Antes que nada, cada parte del Kurdistán dividido por Sykes-Picot debe conseguir su libertad. El método para ello no es esencial. Autonomía, federación o estado independiente son sólo herramientas para alcanzar la libertad por diferentes caminos. El método elegido será determinado por las circunstancias y los equilibrios de poder de cada parte específica de Kurdistán y las circunstancias regionales y globales.

El segundo proceso paralelo al anterior es la democratización de los estados que reclaman su autoridad sobre Kurdistán. El enfoque nacionalista a menudo subestima la cuestión de la democratización, eligiendo el camino fácil al afirmar: “¿Por qué preocuparnos si Turquía, Iraq, Irán, y Siria se democratizan? Nadie en su sano juicio que analice las circunstancias geográficas y geopolíticas de Kurdistán puede decir que este asunto no nos concierne.

Las características de los regímenes en estos países son de gran interés para los kurdos y Kurdistán. Puesto que no podemos separar Kurdistán de la región y trasladarlo a los océanos, tenemos que ser realistas. La intención aquí es el correcto entendimiento de qué es la democratización. No se estamos discutiendo una “democratización” que no reconoce la libertad de los kurdos y la soberanía de Kurdistán. Cualquier “democratización” que no comprenda estos dos factores queda anulada, no importa cómo se la llame.

Esta es la razón por la que el final de las guerras civiles en Iraq y Siria y el desmantelamiento de los regímenes tiránicos en Turquía e Irán, así como la creación de regímenes democráticos basados en el pluralismo y el respeto al derecho a la autodeterminación de los kurdos y otros pueblos en estos países tendrá una importancia significativa en la eliminación de las divisiones del dividido Kurdistán. Incluso la caída de otros regímenes racistas en la región serviría a este propósito.

Las partes liberadas de Kurdistán alcanzarían la unidad política entre todas ellas, incluida la unidad defensiva, militar, económica, cultural y, por supuesto, humanitaria, sin una amenaza inmediata y basándose en su propio poder.

Esto ha quedado probado, primero, en la defensa de Kurdistán Bashur (en especial, Shengal) en agosto de 2014, seguido por Kobane e septiembre de 2015 frente al ISIS. Una gran solidaridad y unidad emergieron de todas partes de Kurdistán a pesar de todo. La cuestión radica en la profundización de esta unidad y solidaridad en todas las áreas, asegurando las raíces de manera permanente y profunda.

Práctica en lugar de palabras sobre el importante valor dela unidad

Sería difícil decir que todos los poderes kurdos comparten este objetivo. Por ejemplo, nadie puede decir que el cierre de la frontera de Semelka por el PDK, de importancia vital para Rojava (Kurdistán sirio), sirva a los intereses de los kurdos y del Kurdistán. No es posible encontrar a una sola persona que defienda esta actitud. Esto puede resultar demasiado riguroso, pero comportamientos como éste no tienen más sentido que servir a los poderes que desean revivir el fallido Acuerdo Sykes-Picot.

La a menudo discutida construcción de la unidad de los kurdos y la unión de Kurdistán no pueden alcanzarse por medio de discursos. Necesita ponerse en práctica en cada paso. Leyendas de valor, frases poderosas y discurso emocional sólo llegarán hasta cierto punto. Pero a partir de ahí…

Como cada aspecto de la vida, la “unidad” es también un concepto “no abstracto”. Es un hecho concreto que tiene un reflejo definitivo en la vida. Como en la apertura o cierre de Semelka. Así, en el centenario del Acuerdo Sykes-Picot, la vergüenza de Semelka debe ser eliminada. De no ser así, todas las palabras quedarán sin sentido.

El Acuerdo Sykes-Picot pertenece al siglo anterior y sufrió su primera derrota en el último cuarto del siglo. Hoy está acribillado de agujeros. Los regímenes regresivos regionales, en particular el estado turco, intentan revivirlo. Necesitamos dejar claro que se trata de un intento inútil.

Pero también necesitamos tener nuestros pies bien plantados en tierra y profundizar en los beneficios históricos que resultarían de la verdadera unidad de los kurdos y el Kurdistán.

FUENTE: Cahit Mervan/ANF