El escenario en la frontera turca está teñido de racismo y desesperación

El drama de los refugiados trasladados por el régimen turco a la frontera con la Unión Europea (UE) a través de falsas promesas, no tiene fin. La agencia de noticias ANF ​​habló con la activista de derechos humanos Leman Yurtsever y la trabajadora social Berfin Ateşmen sobre sus observaciones en el terreno.

Yurtsever cuenta lo siguiente sobre la situación en Edirne: “Conocimos a personas que esperaban desesperadamente en grupos cerca de las fronteras. A las personas no se les permitía refugiarse en la estación de autobuses, así que encendieron un fuego afuera para calentarse. La mayoría de los que estaban alrededor del fuego eran mujeres y niños. Había mujeres embarazadas, enfermas y también discapacitadas. Ninguna de ellas tenía una manta, vimos niños sin zapatos. Eran personas de Siria, Afganistán, Irán y Uzbekistán. Habían escuchado en televisión y en las redes sociales que las fronteras se habían abierto y que habían venido de todas partes de Turquía”.

Los refugiados le dijeron repetidamente a Yurtsever que se dirigían a Europa en busca de una vida digna. En Turquía, tenían un estado de residencia temporal, en algunos casos, y fueron humillados, marginados y solían trabajar por salarios de hambre. “La gente con la que hablamos nos dijo que, especialmente después del asesinato de soldados turcos en Idlib, fueron insultados y tratados de manera hostil, incluso por sus vecinos más queridos, quienes los consideraron antes personas honestas –relata la defensora de derechos humanos-. A algunas personas les gritaron que se vayan, e incluso fueron atacados físicamente. Estos incidentes, a menudo, no se mencionan porque los refugiados temen nuevos ataques. Un refugiado que había estado anteriormente en Samsun fue abusado racialmente y amenazado por su vecino. Un refugiado afgano informó que no había recibido su salario por parte de su jefe y cuando lo solicitó, el jefe le dijo: ‘Fuera, no hay dinero para ti, has matado a nuestros soldados’. Mientras hablábamos con la gente, preguntaban una y otra vez: ‘¿No somos humanos?’. Declararon que habían huido a Turquía antes de la guerra, pero que fueron marginados aquí y no tenían derechos sociales de ningún tipo”.

Yurtsever informa que solo hay tres baños portátiles en los terrenos de la estación de autobuses de Edirne, donde hay cientos de personas, y que se cobra a los refugiados tres liras turcas para su uso. Aunque hay suficiente espacio en la estación de autobuses para acomodar a los refugiados, no se les permite ingresar al edificio y tienen que luchar por la supervivencia con sus hijos en el frío y a la intemperie. Las ONG reciben alimentos y bebidas para las personas, pero no hay suficientes mantas y alimentos. Hay repetidos ataques de las fuerzas de seguridad, señala Yurtsever y agrega que “mientras el ejército y la policía no tocan a los refugiados durante el día, cuando la prensa está allí, los ataques tienen lugar por la noche. La policía trata de alejar a los refugiados de la estación de autobús bajo amenazas”.

Desde el cruce fronterizo de Pazarkule, Yurtsever indica que las personas reunidas han estado esperando durante días sin mantas, durmiendo en el piso, en la frontera. No se permiten suministros en el área militar restringida. Al describir la situación de los refugiados, asevera que hay un grave riesgo de muerte. Yurtsever explica que los refugiados en Turquía ahora tampoco tienen un lugar para quedarse: “Han renunciado a sus departamentos, han distribuido o vendido todas sus posesiones, se han ido a la frontera para nunca regresar. Ahora se les dice que deben regresar, pero ¿a dónde se supone que deben ir? Están atrapados en un limbo. Esto es una cuestión de vida o muerte. Aquellos que crucen la frontera griega serán desnudados por los soldados griegos y enviados de regreso a Turquía”.

Yurtsever critica duramente tanto al gobierno turco como a la UE, y pide una apertura inmediata de la frontera. “Turquía también debe ratificar la Convención de Ginebra en su totalidad y dar a estas personas el estatus de refugiados al que tienen derecho”, manifiesta.

Por su parte, Ateşmen describe la situación en Edirne como un escenario “peor que en 2015”. “Huyeron de la guerra y buscaron refugio en Turquía, pero fueron expuestos al racismo y a ataques –puntualiza-. Fueron tratados como mano de obra barata y no podían ganarse la vida. Dicen que solo quieren pan para sobrevivir. No quieren riquezas, pero sí vivir con humanidad. Eso es lo que nos dijeron. Se fueron porque no encontraron refugio aquí. Cuando dije que era peligroso ir a la frontera, recibí la misma respuesta una y otra vez: ‘De todos modos nos estamos muriendo, somos maltratados e insultados todos los días’. Un refugiado de Kayseri contó cómo su esposa fue golpeada ante sus ojos, y que esta era la situación más vergonzosa en su vida. Otro refugiado dijo que estaba recién casado, pero que no podía mantener a su familia. Otro contó cómo su esposa e hijos fueron conducidos al Evros por las fuerzas de seguridad. Una y otra vez dicen: ‘La vida en Turquía es muy difícil, luchamos por seguir con vida. No sabemos cuándo será atacado nuestro hogar. Es lo mismo en la frontera. O morimos o vivimos una vida digna. Quieren que el mundo sepa sobre este drama’”.

FUENTE: Zeynep Kuray / ANF / Edición: Kurdistán América Latina