De Perth a Rojava: ¿quién combate realmente al terrorismo?

La heroica lucha de las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS) para expulsar al criminal régimen del Estado Islámico (ISIS/Daesh) de las puertas de ciudades como Kobane y Raqqa, se ha convertido en leyenda. Su defensa del sistema de autogobierno democrático, multiétnico y antipatriarcal, atrapado entre fuerzas represivas, ha servido de inspiración a gente de todo el mundo.

Personas del otro extremo del mundo se han visto impulsadas a arriesgarse a morir y se han unido a las brigadas internacionales de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) y a las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ), en la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (conocida como Rojava).

Pero efectuar este viaje no es fácil.

A lo largo de las dos últimas décadas, los gobiernos occidentales han emprendido una “guerra contra el terrorismo”, su justificación para cualquier intervención extranjera y ataque a las libertades civiles. Entretanto, han apoyado a regímenes terroristas, como el de Arabia Saudí, y han declarado ilegal que los ciudadanos se levanten en armas contra el Daesh.

Esta es la experiencia de Jamon Hartzer, un hombre de Perth (Australia) que fue detenido en el aeropuerto, y al que se le ha denegado el pasaporte indefinidamente. Hartzer ha contado su historia a Green Left.

Muchos occidentales que apoyan a las YPG proceden de grupos de izquierdas organizados, pero el recorrido de Hartzer fue diferente. De clase trabajadora, residente a las afueras de Perth y sin antecedentes de activismo, Hartzer era un tirador deportivo que diez años antes había tratado de entrar en el ejército, lo que explica diciendo: “Siempre quise servir en el ejército para ayudar a la gente”. Su solicitud fue rechazada debido a una condena por motivos de tráfico.

Cuando Hartzer conoció a través de los medios la lucha de las YPG contra el Daesh y los voluntarios internacionales, como Matthew Gardiner, ex presidente del Partido Laborista y secretario del sindicato United Voice en el Territorio del Norte, se sintió animado a hacer lo mismo, convencido de que podía poner su grano de arena.

Asegura que no se había hecho ilusiones románticas en torno a cómo sería luchar contra el Daesh: “Pensaba que sería horrible, pero que era algo que debía hacerse. De hecho, me costó mucho dormir hasta que me fui. Sabía que vería cosas terribles allí que me cambiarían. Los internacionales con los que hablé me contaron cómo les había afectado. Pero, como he dicho, era algo que tenía que hacerse”.

El sitio web de la YPG International aconseja ponerse en contacto con ellos solo a través de correo electrónico encriptado y otros métodos de comunicación seguros por su propia protección. Sin embargo, Hartzer había mantenido correspondencia, por medio de plataformas como Facebook Messenger, con varios voluntarios internacionales que habían regresado.

En 2017, solo unos días antes de la fecha en la que había planeado salir hacia Rojava, Hartzer recibió una llamada telefónica de la policía de Australia Occidental para avisarle de que iban a llevar a cabo una inspección aleatoria, pero rutinaria, de la caja fuerte en la que guardaba su arma. A los pocos minutos de confirmar que se encontraba en casa, entraron en ella más de diez agentes de la policía federal australiana: “Se metieron por todas partes en busca de armas y no me dejaron moverme. En la orden judicial, pude ver palabras clave como YPG e YPJ”.

Hartzer está convencido de que habían entrado en su cuenta de Facebook Messenger y en las de otros voluntarios internacionales, tanto aquellos que habían regresado de Rojava como los que seguían allí, incluyendo los mensajes en los que les pedía consejo. Los agentes de la AFP se llevaron todos sus dispositivos electrónicos y su pasaporte. Le devolvieron el pasaporte 18 meses después.

Amenaza de prisión

Sin embargo, en el intervalo, la AFP dejó pendiente la amenaza de una condena de diez años de prisión en virtud de la Enmienda de 2014 de la Ley Contraterrorista (combatientes extranjeros). Esta ley no hace distinción entre quienes luchan contra el Daesh y quienes luchan en sus filas.

Presentar cargos o no, queda en última instancia a discreción del Fiscal General y, hasta la fecha, ninguno de los australianos que se han ofrecido como voluntarios a las YPG, o que han intentado hacerlo, ha sido acusado ni se le han retirado los cargos.

Está claro que el gobierno federal reconoce que procesar a alguien por tener el valor de luchar contra el Daesh sería muy impopular. Aunque Hartzer no esperaba cumplir los diez años de prisión completos, temía recibir una pena más corta si era acusado y condenado.

En el asedio de Kobane, fue el autoritario presidente turco Recep Tayyip Erdogan quien proporcionó al Daesh acceso crucial a armas y financiación.

Tras la derrota del Daesh, el frente de lucha por la supervivencia de las FDS es ahora su desesperada resistencia a la invasión de su territorio por parte del ejército turco desde el norte, y el intento de Erdogan de establecer una zona controlada por Turquía en el norte de Siria, “limpiarla” de kurdos y poblarla con antiguos militantes de Al Qaeda y el Daesh.

Según Hartzer, los agentes de la AFP que lo interrogaron se alarmaron, sobre todo, cuando les dijo que estaba preparado tanto para luchar contra las tropas turcas como contra los gánsteres del Daesh.

Turquía solía ser un pilar de la política exterior de Estados Unidos, pero sus relaciones se han tensado estos últimos años porque Erdogan ha enfrentado a Occidente con Rusia. No obstante, como señaló Hartzer: “Es algo prohibido porque Turquía es aliado de la OTAN. Ése fue el mayor problema, que les dijera que también estaba preparado para luchar contra Turquía”.

¿Quién es el terrorista?

La legislación australiana sigue considerando organización terrorista al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), un movimiento de resistencia kurdo con sede en Turquía. Sin embargo, fue el PKK quien declaró el alto el fuego en favor de conversaciones de paz con el Estado turco, conversaciones que Erdogan abandonó para volver a la guerra mientras proporcionaba ayuda al Daesh e invadía el norte de Siria.

Ésta es una prueba más de que la palabra “terrorismo” en el discurso oficial se ha convertido en una muestra de doble moral, de hipocresía y sinsentido.

Aunque Hartzer aparcó sus planes de convertirse en combatiente, sigue empeñado en promover la solidaridad con las FDS y con el pueblo kurdo en general.

En agosto del año pasado, se dispuso a asistir a una conferencia de solidaridad kurda en el norte de Irak, desde donde quería informar sobre la lucha de los kurdos. Es además un músico entregado y había sido invitado a dar un concierto dedicado a los combatientes de las YPG y el PKK, que habían rescatado a unos cincuenta mil yezidíes después de que quedaran atrapados y fueran masacrados por el Daesh en el monte Sinjar (Shengal), en 2014.

Hartzer esperaba poder producir nuevos temas musicales con la colaboración de músicos kurdos.

Armado con su guitarra, Hartzer fue detenido en el aeropuerto de Perth, le impidieron embarcar y se lo llevaron para interrogarlo. Irónicamente, después de haber recibido amenazas por escrito de nacionalistas turcos, le preocupaba más la posibilidad de que un chivatazo de la inteligencia turca diera lugar a que las autoridades de Dubai lo detuvieran, o algo peor aún.

Hartzer explicó: “Pasé por la aduana y de repente sentí un golpecito en mi hombro derecho y escuché una voz que decía: ‘Señor Hartzer…’. Me volví y era uno de los agentes que me entrevistaron en 2017. Me dijo: ‘No va a ir a ninguna parte’. Lo único que llevaba era la guitarra a la espalda y cámaras para mi trabajo periodístico”.

Hartzer fue conducido a una sala donde afirma que fue interrogado durante más de cuatro horas. Rechazó la opción de representación legal, porque no tenía nada que ocultar y pretendía ser absolutamente abierto sobre sus intenciones. “No quiero que parezca que he hecho algo malo; no lo he hecho. Estoy orgulloso de lo que he hecho… y también creo que es la mejor manera de concienciar a la gente”, dijo.

Retirada del pasaporte

Una vez más, le retiraron el pasaporte con la excusa de lo ocurrido en 2017: “No entiendo cómo es posible, puesto que no se presentaron cargos contra mí, así que no debían poder usar lo de 2017 como justificación para retirármelo”. Hartzer tiene intención de emprender acciones legales para que le devuelvan el pasaporte.

Erdogan libra ahora una guerra total contra el Movimiento de Liberación Kurdo en la propia Turquía, en el norte de Irak y en Rojava. Pero Estados Unidos y las potencias europeas de la OTAN, que pretenden dar lecciones al resto del mundo sobre la lucha contra el terrorismo, siguen vendiendo a Turquía armamento pesado.

Hartzer es implacable: “Estoy disgustado con todas las potencias occidentales porque no creen que la vida humana sea valiosa. Si no hay petróleo o cualquier otra cosa de la que se puedan beneficiar, no intervienen. Todos los gobiernos occidentales son responsables, sobre todo teniendo en cuenta que el pueblo kurdo nos libró de un régimen tan malvado. En fin, el Daesh sigue existiendo, solo que ya no hay miles de miembros del Daesh causando estragos por todas partes. El mundo tiene que darles las gracias, no traicionarlos”.

“Los australianos deberíamos estar ayudándolos, todo el mundo debería hacerlo. Ir como voluntario es una decisión muy importante. Debes asumir que podrías morir. Pero se pueden hacer otras muchas cosas necesarias: concienciar a la gente, reunir fondos para la Media Luna Roja kurda y conocer la comunidad kurda allí donde vivimos”, finalizó.

FUENTE: Sam Wainwright / Green Left / Traducción: Rojava Azadi Madrid / Edición: Kurdistán América Latina