De la guerra civil siria, una revolución ha florecido en una región autónoma de facto al noreste del país: Rojava. La nación kurda tiene una larga historia de marginación de los estados que ocupan su tierra natal. La opresión de los kurdos en Turquía se remonta al final del Imperio Otomano, y hoy en día les es prohibido hablar su idioma y expresar su identidad cultural. Establecido en resistencia a la opresión kurda, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) fue fundado en 1978. Las mujeres kurdas, aunque marginadas por el PKK durante muchos años, siempre han jugado un papel central en la resistencia kurda como activistas, organizadoras comunitarias y más recientemente como combatientes. En el noreste de Siria, su resistencia ha sido y sigue siendo fundamental para la autonomía y seguridad de las mujeres en la región.
Desde 2011, las tropas kurdas han estado luchando simultáneamente contra Daesh mientras establecen la democracia directa para todos los habitantes de Rojava. Esto se implementa a través de un sistema de consejos locales que rechaza al Estado-nación. Cada posición de poder en los consejos se comparte entre un hombre y una mujer. Asimismo, las mujeres son libres de dirigir consejos y cooperativas separatistas para asegurarse de que se escuchen sus voces. Las calles y los pueblos están organizados en comunas, en las que los habitantes tienen control sobre sus propias decisiones políticas. Fundado sobre los principios de la igualdad de las mujeres y la ecología social, este proyecto político radical está siendo amenazado. Nesrin Abdullah, cofundadora y comandante de las Unidades de Protección de la Mujer (YPJ), una de las dos principales fuerzas armadas kurdas en Rojava, explica que el gobierno turco está utilizando las facciones restantes de Daesh y Al Nusra (el afiliado de Al Qaeda en Siria) para atacar a las mujeres y sitiar las tierras de Rojava.
El 9 de octubre, Turquía invadió Rojava, pocos días después de que Donald Trump anunciara la retirada de las tropas estadounidenses de la región, permitiendo que el ejército turco se movilizara rápidamente. El presidente Recep Tayyip Erdogan justificó la invasión diciendo que quería crear una “zona de amortiguamiento” donde podría reubicar a los tres millones de refugiados sirios en Turquía, matando a combatientes kurdos y civiles en el camino, y desmantelando el control kurdo de la región. Para lograr esto, Erdogan llegó a un acuerdo con Vladimir Putin para llevar a cabo patrullajes a lo largo de la frontera turco-siria.
Si bien el pretexto para la invasión turca está sustentado en la necesidad, la decisión de invadir Rojava se basa en la creciente dictadura de Erdogan, la opresión del pueblo kurdo y una política de género conservadora. El profesor Nadje Al Ali, que actualmente trabaja en la Universidad de Brown, señala que la misión de Erdogan para reubicar a los refugiados sirios es una transferencia de población con implicaciones genocidas: “La mayoría de los refugiados (en Turquía) provienen del sur de Siria. No provienen de la región (de la ‘zona de amortiguamiento’), por lo que serían desplazados a un área ajena a ellos. (Erdogan) no solo dice ‘que se muevan allí’. Él dice ‘que se muevan allí y que los kurdos desaparezcan’. Esto lo está haciendo activamente al atacarlos militarmente”.
Las tropas kurdas han respondido a este ataque y una guerra a gran escala está teniendo lugar en la región. “Hay miles de mujeres combatientes en la línea del frente, protegiendo a su gente y protegiendo su tierra -informa Nesrin-. Esto no es algo nuevo para nosotros. Desde 2011, nuestra tierra ha sido testigo de ataques. En aquel entonces, eran (únicamente) facciones terroristas atacándonos, ahora es el Estado turco”. Las proporciones de esta guerra, por lo tanto, se han sesgado exponencialmente a favor de Turquía y sus afiliados yihadistas. El gobierno turco ha desplegado armas químicas, como fósforo blanco, contra el pueblo de Rojava, y no parece rendir cuentas a nadie más que a sí mismo. La comunidad internacional, que fue rápida en condenar el uso de armas químicas por parte de Bashar Al Assad, se ha mantenido reveladoramente en silencio. “Esto hace que el Estado turco sea más valiente para continuar su ataque porque no hay nadie que le pida que pare”, dice Nesrin.
En las YPJ no hay roles fijos. Nesrin actúa con frecuencia como comandante, luchadora y representante diplomática, y sus deberes cambian constantemente. “En el enfoque de las YPJ, no hay diferencia entre luchador y comandante. Somos amigas y camaradas”. Uno de los desafíos para establecer las YPJ fue convencer a las personas de que las mujeres eran capaces de defender a su comunidad: “Una gran victoria para nosotras fue hacer que nuestra comunidad confiara en el poder de las mujeres, hacer que las mujeres confiaran en sí mismas y hacer que las mujeres confíen unas en otras”. Es esta fe en las mujeres que Nesrin cree que alimenta los ataques yihadistas y turcos. “Están convencidos de que el poder de las mujeres puede derrotarlos. Por eso nos están atacando”, afirma.
Ella señala que ni la fundación de las YPJ, ni sus batallas actuales, son tareas fáciles. Proteger su tierra y luchar por la supervivencia de su gente, mientras se enfrentan a la misoginia y la violencia en todos los frentes, es inmensamente difícil, pero su misión es tan clara como siempre: “Primero que nada, tenemos un deber y responsabilidad con nuestra tierra, nuestro hogar y nuestra nación. Tenemos una responsabilidad hacia nuestra comunidad. Tenemos una responsabilidad hacia la humanidad. Tenemos una responsabilidad hacia las mujeres, hacia el suelo de nuestra patria y tenemos una responsabilidad hacia nosotras mismas. Necesitamos protegerlos todos”. Nesrin declara que no hay justicia en este mundo. Ante esto, las YPJ han prometido continuar protegiendo a su gente.
Para las mujeres en la ciudad de Al Hasakah, en Rojava, resistir la invasión turca se ha convertido en parte de la vida diaria. Hebûn, quien trabaja para el Kongreya Star, una organización paraguas para el movimiento de mujeres en Rojava, explica que muchas personas están desplazadas, y las mujeres se han visto obligadas a huir de sus hogares: “Muchas de ellas están durmiendo en escuelas y en un aula puedes encontrar cuatro o cinco familias. No hay privacidad para ellas ni acceso a los suministros”. La protesta se ha convertido en rutina. Los niños se unen a las mujeres después de la escuela para leer poesía, cantar y hacer que se escuchen sus voces. Las manifestaciones contra la invasión turca se llevan a cabo regularmente para decir: “Nosotras, las mujeres de Rojava, estamos levantando la voz y no los queremos aquí”.
Antes de la invasión, el Kongreya Star se organizó en todas las ciudades y pueblos de Rojava. Establecieron comités de autodefensa, vivienda y educación mientras financiaban las cooperativas y comunas de mujeres. Este trabajo ahora se ha vuelto más difícil, o incluso imposible, en áreas ocupadas por el ejército turco. “Entre Gire Spî y Serêkaniyê, no pueden seguir trabajando -detalla Tina Heinle, quien trabaja en la campaña #WomenDefendRojava de la organización-. La mayoría de ellas huyeron y las personas que viven bajo la ocupación no pueden continuar su trabajo porque estarían bajo amenaza de muerte inmediata”. Tina me cuenta la historia de Hevrin Xhalef, copresidente del Partido de la Libertad de Siria, quien fue emboscada por grupos yihadistas: “Ella fue sacada de su auto por el pelo. Fue torturada y luego ejecutada con disparos en la cabeza”. Estos mismos grupos yihadistas publican videos en las redes sociales en los que se burlan de combatientes de las YPJ y donde sus cuerpos son brutalizados. Estos grupos yihadistas son las mismas personas que el gobierno turco está reclutando para atacar y matar a las mujeres de Rojava y las tropas kurdas.
La resistencia a la invasión turca es llevada a cabo por muchos tipos diferentes de mujeres, militares y civiles, viejas y jóvenes. Şerîn Faho, miembro del HPC Jin (Fuerzas de Defensa Social de las Mujeres), que actúa como una organización de base que brinda seguridad a la región, una forma radical de vigilancia comunitaria, describe la invasión turca como una amenaza fundamental para su comunidad y su seguridad. Ella me cuenta sobre el uso de armas químicas por parte de las fuerzas turcas, y comenta: “El Estado turco ha arrojado fósforo a nuestros hijos. Estos grupos yihadistas son las mismas personas que el gobierno turco está reclutando para brutalizar a las mujeres de Rojava y a las tropas kurdas”.
Separado del ejército, el HPC crea zonas seguras para sus comunidades locales y distribuye armas y entrenamiento a las mujeres. “Al comienzo de la guerra civil -explica Şerîn- todos los jóvenes fueron a la guerra contra ISIS. Nuestros pueblos y aldeas se vaciaron y quedaron vulnerables. Nos vimos obligadas a crear esta comunidad para madres y padres para que pudieran protegerse”. El propósito de la organización es dar a las personas mayores un papel en la resistencia. Cada persona es responsable de mantener sus calles seguras y coordinan fondos y puntos de contacto con familias vulnerables. “Cuando una de las mujeres muere, organizamos funerales para ellas. Tenemos que crear procesiones y asegurarnos de que sean conmemoradas de la manera apropiada porque también tenemos mártires”, dice. El HPC Jin resuelve disputas domésticas y establece puntos de control contra Daesh y grupos yihadistas que atacan a sus comunidades. Şerîn explica que está siempre en guardia: “Si alguien viene a mí en medio de la noche, tengo que estar lista para salir de mi casa e ir a ayudar”.
Şerîn equilibra estos esfuerzos de base con las tareas domésticas cotidianas y la crianza de cinco hijos: “Lavo mi ropa. Voy al mercado y consigo las verduras –relata-. Solo soy una mujer que vive dentro de la comunidad que quiere ayudar a la comunidad”. Algunas miembros del HPC son ex militares, pero la mayor parte de la organización está compuesta por civiles: “Algunas de nosotras tenemos entre 60 y 70 años -indica Şerîn, con 43 años y madre de cinco hijos-. A veces nos vemos obligadas a levantarnos en armas, pero esa no es la razón de nuestra existencia. Solo queremos estar a salvo”.
Las mujeres en Rojava están luchando para defender su tierra, la cual actualmente se ve amenazada por uno de los ejércitos más grandes de Europa. Los que me han hablado han dicho que su resistencia trasciende la etnia y la religión. Este no es un movimiento solo para mujeres kurdas, sino para todas las mujeres sirias; saben lo que significará la ocupación turca para ellas. Tina me dice que existe un sentimiento en común con los activistas sirios: “No liberamos esta área de Daesh para entregarla a la ocupación turca”. Turquía ha demostrado ser leal al imperialismo turco al emplear a los grupos yihadistas que han brutalizado a las mujeres durante toda la guerra civil siria. Sobre la base de una larga historia de resistencia comunal, las mujeres sirias se han unido por necesidad. El costo de la libertad es un pequeño precio a pagar en comparación con la violencia que el gobierno turco está ejerciendo contra ellas.
FUENTE: Rosel Jackson Stern / Gal-Dem Politics / Traducción: Fernando Fernández García / Edición: Kurdistán América Latina