Casi todos los medios -nacionales e internacionales, pequeños y poderosos- estuvieron informando durante estas tres semanas de “la guerra entre armenios y azerbaiyanos por el enclave de Nagorno-Karabaj” (Artsaj). Y a partir de esta premisa, hablan de conflicto étnico, separatismo, independentismo, integridad territorial de Azerbaiyán, ayuda de Rusia a Armenia, amistad armenio-iraní y un montón de otros ítems tendientes a lograr ganar la simpatía hacia Azerbaiyán de la opinión pública internacional.
Incluso, varios medios de comunicación (TV, radio, impresos y web) y periodistas de tendencia progresista o de izquierda, se transformaron sorpresivamente en repetidoras de la versión oficial dominante.
Lo que sí ocultan casi siempre es que Stepanakert, capital de Artsaj, está a escasos 40 kilómetros de la frontera-línea del frente de batalla, y fue víctima de los ataques más violentos e indiscriminados contra su población civil desde el inicio mismo de la agresión azerbaiyana, que ya superó las tres semanas.
También se omite, o casi ni se habla, de la alianza militar entre Azerbaiyán e Israel, y entre Azerbaiyán y Turquía; de la pertenencia de Turquía a la OTAN y, por ende, la sospecha de que la OTAN estuviera al tanto de todo; de la pasividad de Europa y Estados Unidos ante el envío de miles de mercenarios y terroristas por parte de Turquía hacia Azerbaiyán para luchar contra los armenios; del incesante bombardeo azerbaiyano sobre ciudades y aldeas de Artsaj durante estos más de 22 días, con el consiguiente y lamentable saldo de más de 300 víctimas, entre muertos y heridos de la población civil, y casi 9.000 edificios, casas particulares, escuelas, jardines de infantes, comercios e industrias destruidas.
Poco se habla, o mejor dicho siempre se esconde, que a partir de 2016, cuando el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu (criminal de guerra y genocida del pueblo palestino) viajó a Bakú, las relaciones israelí-azerbaiyanas tomaron vuelo. Ese mismo año, el líder del Estado sionista anunciaba que el país azerí había comprado armas por valor de 5.000 millones de dólares a su país, entre los que había vehículos aéreos no tripulados y sistemas de satélite. Un año después, el Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), un grupo de expertos en conflictos armados, informó que Bakú había comprado tecnología militar israelí, y que entre 2006 y 2019 Azerbaiyán invirtió cientos de millones de dólares en drones, munición, misiles antitanques y un sistema de misiles tierra-aire, todos de fabricación israelí.
Si casi nadie hizo ni hace mención a lo descripto, menos son aquellos quienes informan de que una vez iniciados los ataques azerbaiyanos sobre Artsaj y sus pobladores, Israel continuó con la venta y entrega de armas.
El 11 de octubre, en conferencia de prensa, el presidente de Artsaj, Arayik Harutiunian, cargó contra el gobierno de Israel por su complicidad con Azerbaiyán en el ataque al pueblo armenio. “La declaración de las autoridades israelíes de que no conocen el ATS de fabricación israelí que utiliza Azerbaiyán en Artsaj y Armenia es una burla a la humanidad”, enfatizó el mandatario, quien agregó que “el gobierno israelí será responsable de este genocidio”.
Un día después, reafirmando que la alianza militar entre Israel y Azerbaiyán es una decisión de Estado, el Alto Tribunal de Israel rechazó el pedido que le fue presentado para que analizara la venta a Azerbaiyán de armamento israelí para su uso en la ofensiva contra Artsaj (The Jerusalem Post, 13 de octubre de 2020). El rechazo, liso y llano, significa que no habrá audiencia de testigos ni presentación de pruebas. La decisión fue tomada por el juez Yosef Elron, “un ex juez militar notoriamente complaciente con los servicios secretos israelíes”, según el sitio web Red Voltaire.
Pero los hechos y las pruebas contradicen a las autoridades israelíes, ya que los registros de radar de Fligth24 –sitio web que permite seguir la circulación aérea internacional en tiempo real– demuestran que varios aviones partieron desde Israel hacia Azerbaiyán.
“El aeropuerto Ben-Gurion está tranquilo, con vuelos civiles casi paralizados. Sin embargo, los vuelos de carga en la ruta de Azerbaiyán han estado muy ocupados durante las últimas dos semanas. El elevado número de vuelos es resultado directo de la reanudación de los combates entre Armenia y Azerbaiyán por el enclave disputado de Nagorno-Karabaj. No menos de cuatro aviones Ilyushin-76, operados por la aerolínea de carga azerí Silk Way, que sirve al Ministerio de Defensa de Azerbaiyán, aterrizaron y despegaron de la base aérea de Uvda en el sur de Israel: dos, antes del estallido de los combates, y otros dos, después. De acuerdo con las regulaciones de vuelo, ese es el único aeropuerto desde el que se permite el despegue de aviones cargados con material explosivo”, escribió Yossi Melman el pasado 7 de octubre en el diario israelí Haaretz.
El mismo diario israelí Haaretz publicó informes bancarios que revelaron transferencias de dinero del gigante de la defensa israelí Israel Aerospace Industries a dos empresas sospechosas de lavado de dinero para el gobierno azerbaiyano. Las transferencias, según la información de Haaretz, comenzaron pocos meses después de que se firmara un acuerdo de armas por valor de 1.600 millones de dólares con el régimen azerí.
Muy alegre, el sitio web “ynetespañol”, dedicado a noticias de Israel, publicó ayer -19 de octubre- un artículo firmado por Itamar Eicher, titulado “La gratitud de Azerbaiyán a Israel por el apoyo durante la guerra con Armenia”, que en su primer párrafo destaca como avance de la nota: “Banderas israelíes en las calles e imágenes en redes sociales en reconocimiento a la ayuda militar durante la disputa por la región de Nagorno-Karabaj”.
“En las últimas semanas el Estado de Israel y la comunidad judía reciben en Azerbaiyán numerosas muestras de admiración y agradecimiento al rol israelí en la disputa bélica con Armenia, enfrentados en las últimas semanas por el control de la región fronteriza de Nagorno-Karabaj. Según medios internacionales, la ayuda israelí a Azerbaiyán consistió en misiles, armas, ataques con drones y una cooperación estratégica hacia el país vecino de Irán. La embajada de Israel en Bakú informó que en los últimos días recibió cientos de consultas de ciudadanos azeríes que buscaban conseguir banderas israelíes. Y en las calles del país se observaron automóviles con pegatinas de banderas de Israel, Azerbaiyán, Turquía y Pakistán”, se lee en los primeros párrafos de una extensa nota, que entre otras cosas asegura que “los UAV (drones) de Israel son mejores que los rezos iraníes”, en alusión a la amistad armenio-iraní.
El asistente presidencial azerí Hikmat Hajiyey aseguraba estos días que su país tiene “una de las flotas de drones más fuertes de la región. Y entre ellos tenemos los israelíes, también tenemos otros drones, pero especialmente los drones israelíes, incluidos los drones de reconocimiento y ataque, y los drones kamikaze ‘Harop’, que han demostrado ser muy efectivos”.
De lo que no habló Hajiyev, ni muchos medios y periodistas internacionales, es de las bombas de racimo, prohibidas desde 2010 por una convención internacional, que fueron utilizadas en los ataques azerbaiyanos sobre Stepanakert, capital de la República de Artsaj. Sí lo corroboró Amnistía Internacional (AI), cuyos expertos “pudieron localizar las zonas residenciales de Stepanakert donde fueron filmadas las imágenes, e identificaron bombas de racimo M095 DPICM de fabricación israelí”, según dice el comunicado oficial de AI.
El día 13 de octubre, el secretario de prensa del presidente de Artsaj, Vahram Poghosian, publicó en su muro de Facebook que “sólo en Stepanakert se encontraron hasta ahora 673 proyectiles de racimo y misiles sin explotar de producción turca e israelí”, agregando que “la existencia del material fue constatado por periodistas armenios y extranjeros, que acompañaron en la recorrida a las autoridades de Artsaj y a los expertos militares”.
Lo narrado nos demuestra que los dos estados genocidas de la región -Israel y Turquía-, que se presentan a los ojos del mundo como enemigos -principalmente porque Turquía “dice” apoyar la causa palestina-, tienen al mismo aliado -Azerbaiyán-, a quien no sólo ambos abastecen con el armamento militar necesario para atacar las ciudades y poblados de Artsaj, sino con el que también comparten suculentos negocios.
La agencia kurda de noticias ANHA publicó el 18 de octubre una nota titulada “Los negocios entre Turquía e Israel no se ven afectados”, que comienza señalando que “el académico turco Mohamed Erkan dijo que el comercio es activo y estable entre los dos países”, y agregó que “Israel siempre ha sido un buen mercado para nosotros, incluso en el momento de las disputas políticas los negocios siguieron en marcha y nunca se vieron afectados”.
En la nota se destaca que “según el periódico israelí The Jerusalem Post, las exportaciones turcas a Israel en los primeros nueve meses de 2020 han alcanzado los 3.200 millones de dólares”, y se asegura que “la relación turco-israelí se desarrolló después de que el Partido de la Justicia y el Desarrollo, el AKP, asumiera el poder en Turquía en 2002. A pesar de las declaraciones turcas que apuntan a Israel de vez en cuando, el nivel de intercambio comercial entre los dos países se elevó a un nivel sin precedentes”, concluye la publicación.
Está más que claro que LA CAUSA DE LOS PUEBLOS ES UNA SOLA.
El ataque de Azerbaiyán sobre el pueblo armenio, con el apoyo concreto de Turquía e Israel, y la complicidad manifiesta de Estados Unidos y la Unión Europea (socios de Turquía en la OTAN), vuelve a juntar de un mismo lado a quienes llevan sobre sus conciencias -si es que la tienen- la matanza sistemática de los pueblos palestino, kurdo, árabe y otros, como así también la destrucción de países, ciudades y aldeas, y el saqueo de las riquezas materiales y naturales de las regiones que invaden y ocupan.
El pueblo armenio de Artsaj y Armenia, con la innegable colaboración de su aliado estratégico, Rusia, la neutralidad amiga de Irán, el apoyo de los pueblos de la región y de las comunidades armenias de la diáspora, se convirtió en una barrera casi infranqueable no sólo para los proyectos alocados del multimillonario dictador azerí Ilham Aliyev.
Allí, contra los jóvenes armenios, contra los hombres y mujeres voluntarios de Artsaj, contra las Unidades de Autodefensa, también choca el proyecto panturquista del autoproclamado sultán Erdogan que, como a principios del siglo XX, vuelve a contar con el inestimable apoyo del sionismo, esta vez presente como Estado de Israel.
Artsaj y Armenia quieren el cese de fuego y la paz, porque no son los agresores, no son quienes atacan, simplemente se defienden. Pero a no confundirse. Ello no significa rendirse, ni bajar banderas ni renunciar a los legítimos derechos del pueblo armenio de autodeterminarse.
23 días de bombardeos constantes con armamento de última tecnología, bombas racimo, drones, tanques, misiles turcos e israelíes, aviones yanquis de la OTAN, miles de mercenarios y terroristas. Nada les alcanzó para quebrar la voluntad de acero de un pueblo dispuesto a no retroceder.
FUENTE: Adrián Lomlomdjian / Nor Sevan / Edición: Kurdistán América Latina