Aumentan los casos de tortura en el sureste kurdo de Turquía

Imagínate: una mujer está sola en casa en la provincia de Diyarbakir, en el sureste de mayoría kurda de Turquía. A las 5 de la mañana, 100 policías de unidades antiterroristas y fuerzas especiales asaltan el apartamento, diciéndoles a los vecinos que se queden en sus casas y eviten ponerse en contacto con nadie. Luego derriban la puerta y lanzan a dos perros policiales para atacar a Sevil Rojbin Cetin. Pero eso es solamente el comienzo.

Cetin es una activista del movimiento de mujeres y antigua alcaldesa del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), elegida en 2014 y sustituida por un interventor gubernamental en 2016.

Cetin fue interrogada durante tres horas y media en su apartamento mientras sus piernas sangraban a causa de varias mordidas de perros. El apartamento fue saqueado, mientras a ella le vendaron los ojos y le golpearon.

Fue desnudada a medias con las manos atadas, mientras le sacaban fotos. La tortura física y sexual conllevó abusos verbales; le apuntaron en la cabeza con un arma. En cierto momento, fue llevada al balcón y el funcionario le dijo: “Si tu apartamento se ubicara en la quinta planta, ya habrías saltado y no tendríamos que ocuparnos de ti”, contó Meral Danis Bestas, una legisladora pro-kurda del HDP.

El abogado de Cetin, Gulistan Ates, quien sacó fotos de sus heridas después del tormento y las compartió con la prensa, fue llamado a la comisaría y han lanzado una investigación contra él.

El informe de los derechos humanos del Departamento del Estado de 2019 enfatizó cómo las violaciones impactan a las ciudadanas kurdas de Turquía de manera desproporcionada. Las mujeres kurdas, o las mujeres que niegan convertirse en ciudadanas modelo a ojos del Estado turco, se ven cada vez más en riesgo de detenciones arbitrarias, registros desnudas, violencia sexual bajo custodia, insultos y amenazas de violación.

Remziye Tosun, legisladora HDP, quien ha sido objeto de abuso por llevar bufandas blancas en el parlamento, dijo a Al Monitor, que “durante el asedio de Sur (en 2016), me quedé en casa con mis niñas. Después (las fuerzas de seguridad) nos llevaron afuera; tenía conmigo mis dos hijas, una con 18 meses y la otra con 9 años. Las fuerzas de seguridad estaban resueltas a mandar a mis hijas a los servicios sociales a pesar de mis súplicas de llamar a mi familia. Pero mandaron a la niña de 9 años al orfanato; la niña lactante podía quedarse conmigo en la cárcel”.

Tosun dijo que después de 2015 las fuerzas del Estado han incrementado poco a poco la intensidad de la tortura y el abuso a las mujeres. “Hemos regresado al pasado, hasta los días de Esat Oktay Yildiran. Esa es la mentalidad del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) ahora; la tortura de verdad ha vuelto”. Yildiran era un militar notorio por sus técnicas de tortura repugnantes en la cárcel de Diyarbakir en los años 80.

La casa de Tosun en Sur fue destruida, y ella se quedó encarcelada durante 15 meses con su niña. A pesar de todo, ella mantiene su humor amable y compasivo. “La cosa más dolorosa no era la adversidad física, sino la humillación. Un día estábamos limpiando la nuevamente construida cárcel de Elazig, pero nos faltaban materiales de limpieza. Vimos a un grupo de guardias mujeres mirándonos, entonces una presa preguntó por qué estaban riéndose nerviosamente entre ellas. Una contestó: ‘Mira, ellas hablan, son seres humanos’. Esto no se me olvida, pero lo comprendo”.

Tosun dijo que ha perdonado a aquellas guardias, añadiendo: “Los prejuicios contra los kurdos, los dichos sobre los kurdos, como que tienen cola y no son civilizados, siguen por culpa del sistema de educación oficial. Y esa actitud ayuda a justificar el tratamiento cruel y la discriminación”.

Los kurdos en Turquía son percibidos como pseudo-ciudadanos, y con la potencial de convertirse en terroristas. Los kurdos son aceptados hasta cierto punto, y en tanto que se asimilen diligentemente son considerados como turcos prospectivos.

Ayse Acar Basaran, legisladora HDP y portavoz por la Comisión de Mujeres del HDP, comentó a Al Monitor: “Desde julio de 2015, las fuerzas de seguridad han detenido a más de 16.000 miembros de nuestro partido. Alrededor de 4.000 están en la cárcel”.

Basaran apuntó que han cerrado todas las organizaciones de mujeres después del intento de golpe de Estado del 15 de julio de 2016. La violencia contra las mujeres ha saltado aún más porque han dado carta blanca a los hombres, y las mujeres resultan más vulnerables en la casa y en la calle. “Cuando el gobierno puso fin al proceso de paz e intensificó su política de seguridad agresiva, la mujer se convirtió en su principal víctima. Ahora arrestan a miembros de las dos asociaciones de mujeres que quedan, Rosa Women’s Association y TJA-Free Women’s Movement”. Los cargos en contra de las miembros incluyen la asistencia a el Día Internacional de la Mujer del 8 de marzo, la promoción de la paz, la búsqueda de mujeres desaparecidas y la exigencia de justicia para mujeres víctimas de la violencia doméstica.

“Las mujeres -sobre todo las del movimiento kurdo de mujeres- presentan un desafío directo al deseo del AKP de mantener el monopolio de poder, porque están muy bien organizadas,” añadió Basaran.

Eren Keskin, vicepresidenta de la Asociación de Derechos Humanos de Turquía y abogada prominente, dijo a Al Monitor que la tortura a las mujeres, tanto “ya bajo custodia como también en el procedimiento de entregarles a la custodia, se convierte en algo rutinario. La tortura está claramente definida como ilegal en la Constitución turca, además de en varios tratados internacionales que Turquía ha afirmado”.

En los años 80, la tortura era escondida y negada con frecuencia por el gobierno. Hoy, los altos funcionarios la apoyan y hasta la fomentan. Por ejemplo, el Ministro de la Interior Suleyman Soylu afirmo en abril: “Dije (a las fuerzas de seguridad) que cuando los encontráis (a los terroristas), los destrozáis”. Soylu también confirmó que las imágenes de los cuerpos vejados se publican. Algunos comentarios sobre las imágenes en las redes sociales insinúan la probabilidad de que ocurran otros actos repugnantes en contra de los presumidos terroristas. Dentro de la normalización de la tortura y la violencia, la exposición de partes mutiladas de los cuerpos de mujeres kurdas se ha convertido en algo que celebrar.

Sebnem Korur Fincani, presidente de la Fundación de Derechos Humanos de Turquía, declaró que una de cada 500 personas en Turquía ha sido torturada, según los registros de la fundación.

Legisladores del HDP ahora buscan al responsable de la tortura de Cetin, que duró tres horas y media, y a quien dio la orden para llevar a cabo esta tortura. Las imágenes de la tortura no han provocado ningún clamor entre los usuarios de las redes sociales. Hasta ahora, no se ha lanzado ninguna investigación policial con relación a las acusaciones de tortura. El problema de la impunidad de los funcionarios de gobierno en Turquía ha alcanzado niveles nunca vistos antes. En su lugar, se espera más investigaciones en contra de los abogados de derechos humanos, los legisladores del HDP y los periodistas que se atreven a reportar casos de tortura o abuso.

Existen varios vacíos legales para proteger a los torturadores. Aunque la tortura debe llevar castigos severos, la persecución puede fácilmente convertir el caso en “un acto de brutalidad,” que ni siquiera resultaría en un despido del policía. Estos actos se hacen rutinarios porque el gobierno les perdona bajo la justificación de “combatir el terrorismo”, y es casi imposible preguntar cómo la tortura de estas mujeres ayuda a combatir el terrorismo.

Turquía regresa rápidamente a la época en la que los policías se manifestaban gritando “malditos derechos humanos”, época que comenzó en 1992 en un funeral de cuatro policías.

FUENTE: Pinar Tremblay / Al Monitor / Traducción: Rojava Azadi / Edición: Kurdistán América Latina