Árabes, kurdos y armenios… memorias del Valle de la Bekaa

Su hubiera vivido lo suficiente, habría cumplido 61 años. El 25 de noviembre de 1957, nació en California lejos de su tierra natal. Su padre también había nacido lejos del país de origen de su familia. A pesar de estar entre la tercera o cuarta generación en la diáspora, su tierra de origen fue esencial para él. Con 24 años escribió para una columna: “No existe una ‘raza’ armenia, pero hay un pueblo armenio, una nación armenia. Y por eso debemos luchar. Los armenios en la diáspora no pueden oponerse a los impactos centrífugos de la asimilación cultural y están perdiendo su identidad como una existencia cultural-nacional. A menos que los armenios en la diáspora defiendan su derecho a vivir en su propio país, perderán cada vez más su identidad cultural y cuando esto suceda se habrá completado un genocidio cultural que está en curso”.

Con 35 años perdió la vida mientras lideraba a los combatientes armenios en Karabagh, el 12 de junio de 1993. Su nombre era Monté Melkonian, su nombre de guerra Avo. Monté significa montaña. Avo significa el que trae noticias. Ahora te preguntarás, ¿cómo es que nunca hemos oído hablar de él? ¿Cómo es que no leímos nada sobre él? Pensé lo mismo cuando escuché hablar sobre él y todavía lo hago. Gracias a una coincidencia, aprendí sobre su vida y su historia unos días antes del 38 aniversario del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) y unos días antes de su cumpleaños 59.

Monté llegó a Irán en 1979 para participar en la lucha para derrocar al Shah. Allí descubrió que los kurdos se preparaban para levantarse contra el régimen y en aquellos momentos tenía más prejuicios hacia ellos. Había leído sobre la colaboración de los kurdos con los otomanos durante el genocidio armenio y, por lo tanto, tenía pocas razones para confiar en ellos. Sin embargo, viajó al este de Kurdistán con sus amigos para unirse a la resistencia armada. Si los kurdos tenían éxito en Irán, Turquía sería la siguiente. Primero se dirigieron a Mahabad, donde se encontraron con líderes como Abdulrrahman Ghassemlou (Qasimlo) y Ghani Bollorian. A pesar de que encontró que Qasimlo se mostraba bastante occidental en su estilo y mentalidad; expresó su deseo de unirse a las filas del Partido Democrático del Kurdistán-Irán (KDP-I). Sin embargo, cuando supieron que Monté era estadounidense, los líderes del KDP-I cambiaron su enfoque y dijeron que no necesitaban más combatientes en primera línea. No obstante, el grupo fue calurosamente recibido por el partido Komala. El Sheikh Îzeddîn Huseynî, un respetado líder espiritual y político kurdo, los invitó y ofreció a sus hermanos armenios entrenamiento militar y armas. Monté se sintió agradecido y conmovido por el afecto del jeque, pero decidió abandonar Komala para unirse al Ejército Secreto de Armenia para la Liberación de Armenia (ASALA) en 1980. Dos años antes, había establecido relaciones en Beirut donde residía una gran comunidad de armenios. Allí el movimiento era fuerte, tanto que los militantes de ASALA recibieron entrenamiento de los palestinos. Este fue el motivo por el que Monté y sus compañeros se dirigieron al Valle de la Bekaa, a principios de la década de 1980.

Durante aquel período, además de palestinos y armenios, otro grupo recibía entrenamiento militar en el Valle de la Bekaa: los revolucionarios del Kurdistán, los guerrilleros del PKK. Lo que transcribo a continuación son extractos de los diarios de Monté Melkonian de aquel período:

“De noche, los kurdos en realidad soñaban con su patria que sufría, y tan pronto como despertaban se lanzaban a cavar la tierra y a hacer trincheras con entusiasmo y durante las prácticas de asalto gritaban ¡Thaura! ¡Thaura! (Revolución) en vez del habitual ¡Allahu Akbar! Cuando recogían membrillo de un árbol, dejaban monedas para el granjero a pie del árbol, y cuando un granjero druso venía a cosechar aceitunas en un huerto cercano, subían a los árboles con cubos para ayudar. En una ocasión, Kurd Suleyman partió un plátano por la mitad de tal forma que la más pequeña de las dos piezas la recibiera Hassan. Sin embargo su camarada del PKK, Tercuman, exigió hacer una ronda de crítica y autocrítica. Suleyman reconoció con la autocrítica su comportamiento indecoroso y juró no volver a participar en una acción similar. En el campamento, árabes y armenios empezaron a sentirse algo cohibidos en presencia de los kurdos, a causa de sus canciones internacionalistas, sus alusiones a la filosofía clásica alemana y por su constante centrarse en la revolución. Su entusiasmo fue contagioso. Uno por uno, los fumadores comenzaron a dejar sus cigarrillos tras regresar de la carrera matutina. Todos los compañeros se reunían alrededor de la radio para recibir noticias sobre el golpe militar del 12 de septiembre de 1980 en Turquía. Los reclutas árabes se ofrecieron como voluntarios para disparar a los diplomáticos turcos. En poco tiempo, todos estaban arrimando hombro con hombro bajo el sol, gritando en árabe, kurdo y armenio: ¡Regreso a la patria! ¡Luchar hasta la victoria! y ¡Somos fedayines!”.

Con estas breves anécdotas de Monté, es posible comprender el impacto mutuo de los movimientos revolucionarios entre sí que se produjo en el valle de la Bekaa. En el 40 aniversario de la fundación del PKK, debemos conmemorar y recordar las condiciones de indigencia en la que los “primeros” entraron en escena y redifinieron la revolución a través de los ojos de los hermanos en la región, sus personalidades y estilos de vida revolucionarios.  Asimismo debemos recordar a todos los Montés que han sido auténticos compañeros de los pueblos. Si existe una memoria de resistencia común, una historia de resistencia común que debería actualizarse para revivir Oriente Medio, esto debería ser sobre la base del espíritu revolucionario de principios de la década de 1980 en el Valle de la Bekaa. ¿Qué pasaría si ese espíritu se extendiera por todo Oriente Medio? Una auténtica revolución de los pueblos.

FUENTE: Meral Çiçek / Komun Academy / Traducido por Newrozeke